EFE
Desde hace meses, un equipo de la DRMH recorre el interior del país al rescate de la memoria de los familiares de los desaparecidos durante ese régimen, que se extendió de 1954 a 1989.
El equipo, encabezado por Goiburú, extrae además muestras de sangre de los familiares directos de los desaparecidos, y esta semana se centró en el departamento de Caaguazú.
Las muestras servirán después al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para compararlas con el ADN de los huesos sin identificar exhumados de fosas clandestinas, y que pertenecen a más de una treintena de personas, explicó Goiburú.
“Nos ayuda mucho encontrarnos, porque podemos tener la muestra de sangre que necesitamos para compararla con los esqueletos que vamos recuperando, y también estamos recobrando esas historias que nunca fueron contadas. Necesitamos hacer funcionar a la Justicia, porque es su deber investigar por qué se han cometido estos crímenes de lesa humanidad”, declaró.
Entre esas historias no contadas está la de Ciríaco Enciso (89) que en abril de 1970 fue detenido por la policía en San José de los Arroyos (unos 100 kilómetros de Asunción), junto a cinco de sus hermanos, uno de los cuales, Fabriciano, continúa desaparecido.
“A mí me hicieron sufrir, porque dejé a mis diez hijos, y llevaron a todos los hermanos que vivían por aquí. Incluso llevaron a mi padre que tenía 86 años, que fue combatiente de la guerra del Chaco (1932-1935), y que falleció a consecuencia de los golpes recibidos durante la tortura”, relató Enciso.
Agregó que las autoridades de la época “cometieron una injusticia muy grande al haber asesinado y ocultado el cuerpo” de su hermano, y tiene esperanzas en saber al menos dónde están sus huesos, para poder oficiar misas en su memoria.
Un deseo similar es el de Gilberto Casey (52) que anhela recuperar los huesos de su padre, Tomás Casey, también desaparecido en 1970, para enterrarlos junto a la casa donde vive, en la colonia Blas Garay (a 150 kilómetros de Asunción), “y poder ir a encenderle una vela y visitar su cruz, como es tradición”, relató.
“Mi padre fue detenido cuando yo tenía seis años (...). Hasta ahora me pesa la tristeza, porque yo nunca supe lo que es el cariño de un padre, no supe cómo se siente”, recordó.
Él quedó entonces al cuidado de otra familia, que le acogió a pesar de que los vecinos del pueblo decían “que les iba a meter en problemas porque era hijo de comunista”, y le impedían entrar a la cancha para jugar al fútbol con otros niños, contó.
Casey fue inscrito en el registro civil con el apellido de su madre, Sosa, y a los 46 años pudo recobrar su apellido paterno, que lleva porque siente “un orgullo profundo” hacia él.
Fabriciano Enciso y Tomás Casey estaban ligados al Partido Comunista Campesino, y fueron detenidos y desaparecidos en 1970 junto con Apolonio Lezcano, Nicomedes Rodríguez y Secundino Rojas, en una operación policial de represión a la organización, según datos de la DRMH.
La Comisión de Verdad y Justicia (CVJ) de Paraguay documentó 425 casos de personas ejecutadas o desaparecidas durante la dictadura de Stroessner.
En 2016, la DRMH, en colaboración con el EAAF, logró identificar los restos de cuatro desaparecidos en la dictadura stronista: Rafaela Filipazzi y José Agustín Potenza, víctimas del Plan Cóndor, y Miguel Ángel Soler y Cástulo Vera, miembros del Partido Comunista Paraguayo.