Es auspicioso que en la cartera del Ministerio de Hacienda se encuentre sentada en el sillón de máxima autoridad una mujer. No por la simple cuestión de género, sino por los méritos de preparación técnica e incluso de su propia gestión al frente del Viceministerio de Economía, que llevaron a que Lea Giménez sea actualmente la encargada de administrar los recursos financieros del país.
En marzo pasado, aquella exitosa colocación de los USD 500 millones en bonos del Tesoro en el mercado internacional la tuvo a ella como una de las principales colaboradoras en el equipo técnico, durante los roadshow realizados tanto en las ciudades de Nueva York como en Boston, Estados Unidos.
El resultado de estas gestiones fue lograr una colocación de bonos a una tasa de 4,7% a diez años de plazo, con uno de los mejores spread soberanos de la región, y una demanda que fue hasta seis veces mayor a la oferta.
Por lo expuesto, capacidad técnica tiene de sobra. Ahora, su principal desafío será contar con la suficiente cintura política para lograr consensos que le permitan evitar que en el presupuesto para el 2018 se repita la mala experiencia de estar actualmente ejecutando un presupuesto del año 2016, debido al veto del Ejecutivo.
Giménez ya ha dado el primer paso positivo. En su primer día de gestión, fue hasta la sede del Parlamento para iniciar una mesa de diálogo.
La aprobación de un Presupuesto General de la Nación (PNG) equilibrado nunca fue tarea sencilla, más aún, en un año de internas políticas.
No solo deberá preocuparse de que su estructura de gastos calce dentro del límite de -1,5% que le impone la Ley de Responsabilidad Fiscal, también recibirá fuertes presiones por ajuste salarial y necesitará establecer un estricto control sobre el uso de recursos que –tarde o temprano– se querrán desviar hacia las campañas proselitistas.
La discusión política por la enmienda constitucional para introducir la figura de la reelección se metió el año pasado en el peor momento: durante el análisis del presupuesto. Discusión política que se extendió incluso hasta marzo de este año, previo a emitir los bonos soberanos. Las secuelas del veto al presupuesto se siguen arrastrando con la necesidad de ampliaciones para cubrir los huecos.
Giménez sabe a lo que se enfrenta y deberá hacer todo lo que esté en sus manos para no repetir la misma experiencia. Aplaudo que haya elegido la opción del diálogo, en vez de la trinchera mediática.
No será fácil el debate, chocará en este proceso con legisladores que propondrán cambios a su presupuesto, solo por intereses particulares o partidarios, sin análisis sobre capacidad financiera en las ampliaciones o sobre los perjuicios al recortar recursos.
Aún así, el diálogo es y será el mejor camino para no tropezar con la misma piedra.