Mientras cada vez sube más de tono la intolerancia de un sector influyente que trata de resolver un problema complejo como es el de la justicia, desde una reducción simplista y errónea, incluso fanática llamada ideología de género, otro sector pendula entre su incapacidad de vivir sus ideales y la seducción que significa el dejarse llevar por las teorías de moda que le ahorran el esfuerzo de pensar y actuar movido por convicciones y sentido común. Me parece que es lo que le ha ocurrido al precandidato a la presidencia Santiago Peña, quien “dio gusto” a los promotores del cambio cultural que la ideología de género promueve al declarar que está de acuerdo con sus premisas, para luego tratar casi de desmentirse, debido a la presión de sus propios correligionarios y votantes.
Lo justo es darle a cada quien lo que le corresponde. En el tema de las prácticas sexuales, la libertad, la no intromisión en los temas de índole personal, la no marginación, la declaración de toda persona como un bien en sí mismo, esto y más es lo que está en juego. Pero justamente esta conciencia del otro como un bien está directamente ligada a la conciencia moral que se desarrolla en la familia sustentada en papá y mamá. Lo digo por experiencia, ninguno de los cónyuges cubre la ausencia del otro y el mejor lugar para desarrollar personalidades equilibradas es la familia natural, por eso el Estado debe promover, apoyar, sustentar el matrimonio entre un varón y una mujer como peña en que se fundamenta la familia.
En esto hay que ser claros, el deber de justicia del Estado es dar a la familia la seguridad jurídica y social que ella merece, porque es la base de la sociedad. Esto no es la política del alzar la mano y bajar la mano y volver a alzar la mano relativista e “yvytuistamente”. No es la política de la corrección y del discurso biensonante nomás. Al contrario, es un desafío para hacer política realista y de bien común, con sentido subsidiario y no totalitario.
El problema es que la familia y su base, el matrimonio de varón y mujer en complementariedad, están en crisis. ¿Saldremos de ahí negando la realidad y resignándonos a la “colonización cultural”, “el error de la mente” y “la maldad” de la ideología de género (lo entrecomillado es del papa Francisco)? Tal es la propuesta y la coacción que ejercen grupos de poder entronizados en varios ambientes. ¿O alguna vez tomaremos en serio el problema real que sufren las familias paraguayas de carne y hueso por falta de respaldo? ¿Qué hay de la migración forzosa, de la falta de oportunidades, de la explotación laboral vergonzosa, de la usura financiera? ¿Agregaremos otro peso más que genere confusión y debilidad estructural?
Amigos, seamos justos, seamos más tolerantes, pero no nos dejemos chantajear a la hora de defender lo que es verdadero, bello y bueno. Ambas cosas pueden darse juntas. La verdad objetiva, esa es la peña en la que tenemos que ampararnos.