Los granjeros usan la bosta del ganado vacuno, directamente o descompuesta y reciclada para fertilizar los suelos donde cultivan verduras, frutas o granos y, eventualmente, las bacterias con resistencia a los antibióticos pueden llegar a los humanos por esa vía.
La investigación, publicada por mBio, la revista en línea de la Sociedad de Microbiología de Estados Unidos (ACM), baraja la posibilidad de que estos nuevos genes sean transferidos a las bacterias que se encuentran en los suelos en que se desarrollan cultivos, por ejemplo, de legumbres.
Miles de genes resistentes a los antibióticos ya han sido identificados, pero en su gran mayoría se hallan en bacterias inofensivas. El gran temor es que se manifiesten en agentes patógenos responsables de intoxicaciones alimentarias o infecciones hospitalarias.
“En la medida en que existe un vínculo entre los genes resistentes a los antibióticos, las bacterias que se propagan en el ambiente y las bacterias que crecen en el medio hospitalario, apuntamos a conocer qué tipos de agentes patógenos confluían a través del estiércol utilizado como fertilizante”, explica Fabienne Wichmann, investigadora de la universidad de Yale coautora del trabajo.
Los científicos identificaron y secuenciaron los genes presentes en cinco muestras de estiércol de vacas lecheras, distinguieron 80 resistentes a los antibióticos, todos ellos únicos.
Existe la posibilidad de que “los nuevos genes resistentes encontrados en el estiércol de vaca” se propaguen algún día a la población humana.
Ya existen investigaciones que demuestran que hay bacterias directamente transmitidas por contacto entre los animales de granja y los humanos que se ocupan de ellos. efe-afp