Un 7 de setiembre del 1946 por la tarde, tomaba el tren en Sevilla (España) camino del Puerto de Santa María, para entrar en el Noviciado de la Compañía de Jesús.
Tenía entonces 18 años y ciertamente había sido una decisión largamente pensada.
Hoy hace ya setenta años.
Recuerdo la felicidad de aquel día, sintiendo por supuesto el desgarro de dejar mi familia.
Me dieron fuerzas las palabras de mi padre: “Que seas un buen jesuita y si algún día ves que ese no es tu camino, siempre te esperamos en casa”.
¡Cuántas cosas vividas desde entonces!
Dos años de noviciado. Trece de estudio: literatura y lenguas clásicas, filosofía, profesorado en un colegio, teología. Al final otro año de noviciado. Ciertamente, religiosa y humanamente me formaron.
En abril de 1964 mi venida al Paraguay. Trabajo en Cristo Rey y en la Universidad Católica de Asunción (UCA). En setiembre de 1969 me nacionalizo paraguayo y un mes después el dictador me expulsó.
Nueve años en Buenos Aires con emigrantes paraguayos, bolivianos, uruguayos y chilenos. En 1978 los militares argentinos fueron a secuestrarme, pero yo estaba casualmente en el extranjero. Ocho meses en el Ecuador y en setiembre (otra vez este mes) de 1979 llegó a Nicaragua por siete años. Luego, diez años en Huelva (España) transmitiendo a su juventud todo lo que me enseñó América Latina.
En abril de 1996 vuelta al Paraguay: Bañado Sur Parlamento Joven, Marzo Paraguayo, Mil Solidarios, radio y artículo diario en Última Hora.
Hoy ya hace setenta años. No todo ha sido perfecto ni salió bien. Pero en todo este tiempo he sido verdaderamente feliz con la causa de Jesús que hice mía y con el acompañamiento de tantos compañeros y amigos.
Hoy agradezco a Dios, y a todos ellos, el amor y acogida que me dieron.