17 may. 2025

Harta de las injusticias, joven renuncia al Ministerio de Hacienda

Cansada de las injusticias y del mínimo salario que le otorgaban en relación a sus responsabilidades, una joven decidió renunciar al Ministerio de Hacienda y compartió una carta relatando su situación, que llegó dirigida incluso al mismo jefe de Gabinete de la Presidencia de la República, Juan Carlos López Moreira, sin recibir respuesta alguna.

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Fachada del Ministerio de Hacienda | Foto: ÚH Archivo

Claudia León es una joven de 25 años. Ingresó por concurso al Ministerio de Hacienda en el año 2014 en el departamento de Prensa y Difusión. A pesar de su título de Licenciada en Comunicación, fue seleccionada como auxiliar administrativo, cobrando salario mínimo aunque debía realizar múltiples tareas.

Agotada ante las irregularidades dentro del institución, Claudia se rindió y decidió salir de un ambiente en donde al crecimiento profesional le ponen trabas. Un lugar en donde personas preparadas ganan sueldo mínimo, o menos, y muchas veces “planilleros” tienen mejores salarios, aseguran varias denuncias. Ella se desempeñaba en el departamento de Prensa y Difusión de Hacienda.

“Yo ingresé como pasante al Ministerio de Hacienda. Después de un tiempo, en el 2014, se lanzaron dos concursos, uno para comunicadora institucional y otro para asistente administrativa. Participé y no sé por qué motivos lastimosamente ingresé como asistente, aunque mi perfil se orientaba más al de comunicadora”, explicó Claudia a ÚLTIMAHORA.COM.

Según la profesional, se veía obligada a realizar dobles funciones, la de comunicadora institucional y asistente administrativa, con una paga mensual del salario mínimo. “Hacía tareas del personal administrativo, como planillas, memos, atender llamadas, hacer convocatorias de prensa, y al mismo tiempo realizaba trabajos de monitoreo, cobertura de prensa, entre otras funciones de comunicadora institucional”, comentó.

Según la afectada, en varias oportunidades su jefe directo solicitó a los superiores el incremento de su salario, ya que al menos, por ser profesional, deseaba una remuneración de G. 2.500.000, pero nunca le subieron el salario.

“El sueldo mínimo solo alcanza para ir al trabajo entre otros gastos, por ello mi ex jefe solicitó un aumento de salario en cuatro oportunidades aproximadamente, pero nunca se dio. Mi caso no es el único, hay varios compañeros altamente capacitados que hace más de seis años ganan menos de G. 2.500.000", asintió León.

Los altos funcionarios utilizaban de excusa que la mujer tenía algunas sanciones por llegada tardía, motivo por el cual no le aumentaban el salario. “Tenía faltas por llegar algunos días tarde, en mi caso es justificable, pero tenía muchos compañeros altamente capacitados y en su sexto año de contrato siguen con un salario bajo, menos de los G. 2.500.000", argumentó la joven.

CARTA. La misma compartió una carta profunda que describe lo que le significó haber estudiado hasta llegar a finalizar una carrera y todo el sistema de irregularidad que somete a varios funcionarios dentro del Ministerio de Hacienda. Te invitamos a que la leas.


"¡Renuncié al Ministerio de Hacienda!”

Recuerdo que durante casi todos los años de la primaria, tuve muchas ausencias porque salía a trabajar con mamá. A pesar de la dura situación por la que solíamos atravesar, mis padres hicieron hasta lo imposible por seguir educándonos, porque sostienen que es la manera más digna de “salir adelante”.

Cuando tenía 11 años, mis hermanos y yo fuimos a estudiar teatro en el Instituto Municipal de Arte. Mi hermana tenía 13 y mi hermano 8, y a pesar de los ocasionales maltratos de los choferes de la línea 8 por pasar por debajo del molinete, asistíamos todas las tardes de los martes y jueves al IMA. “Eso les va a ayudar mucho para desenvolverse entre la gente” decía mi papá, orgulloso al vernos en las tablas, mostrando felices todo lo aprendido, después de un verdadero ajetreo para “conseguir prestado” los atuendos adecuados.

Ya casi culminando la Educación Escolar Básica, mi madre tomó la que posiblemente haya sido una de las decisiones más difíciles de su vida, y la de toda la familia; viajar al exterior y alejarse de su familia en busca de un mejor trabajo que le permitiera lidiar con lo que se venía: una hija más en Bachiller (más 2 en la primaria), con todos los gastos que eso implicaba al tener que asistir a un colegio alejado.

Durante ese período, mi familia, literalmente, se desintegró. Nos alcanzó la famosa “fiebre de España”, que hacía que miles de hogares paraguayos se destruyeran a raíz de la distancia, y me separé de mi padre y hermanos. Hasta entonces, no teníamos casa propia. Nos habíamos criado en la casa de mi abuela paterna, y esa necesidad se había convertido en uno de los principales objetivos de mi mamá. Y lo logró. Volvió después de dos años, y con un poco de ahorro le alcanzó para una casita en un asentamiento de Villa Elisa, nuestro hogar actual.

Culminé el bachiller con excelente promedio, en uno de los colegios nacionales más prestigiosos de Asunción. En esos años también asistía a cursos de informática, y practicaba Taekwondo, siempre con el apoyo y acompañamiento de mi familia. Empecé a trabajar (oficialmente), inmediatamente después de culminar el Bachiller. Me fue muy bien, tanto que el gerente de la empresa me propuso trabajar por dos años más y estudiar Relaciones Públicas, con el compromiso de ascender a un importante puesto. Rechacé.

En ese entonces me tocaba trabajar viajando por el interior del país, y decidí volver a Asunción, porque mi sueño era estudiar Periodismo y ese trabajo no me lo permitiría. Trabajé en otra empresa, logrando ganar lo justo para pagar mi primer año de carrera universitaria, pero me di cuenta que trabajar todo el día hacía que no pueda aprovechar mis clases nocturnas en el IPAC. Culminé el primer año de la carrera, dormitando en las clases y llegando a altas horas de la noche a casa.

Comencé a investigar y me postulé para las Becas Universitarias de Itaipú. En marzo de 2010, los resultados indicaban que no fui adjudicada. Ya con poco tiempo para inscribirme y sin asistir al cursillo, rendí los exámenes e ingresé a la Escuela Municipal de Locución. En setiembre de ese año, ya entusiasmada con las clases de Locución, una inesperada llamada me alegró la vida: me informaban que finalmente, tras una “revisión más estricta”, fui beneficiada con la Beca.

Al año siguiente inicio (por segunda vez) la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Americana por la tarde, además de continuar, también de lunes a viernes, con las clases de Locución por las noches. En ningún momento dejé de trabajar, porque a pesar de la Beca, los gastos eran inmensos. Fui vendedora, telemarketer, secretaria, cronista de radio y TV... Cualquier actividad era válida con tal de continuar con los estudios. Y claro, colaborar en casa como se pueda.

Culminé los tres años de Locución, y el tiempo que me “sobraba” de noche lo aproveché para estudiar inglés en el Instituto de la universidad, y los sábados de mañana, asistía a los talleres de computación, porque todo estaba cubierto por la Beca. Me postulé a otras becas, y en el 2013, la Embajada de los Estados Unidos me concede la oportunidad de estudiar inglés en el CCPA por dos años, los sábados de tarde. Lunes a viernes, tarde y noche... Sábados, mañana y tarde. ESTUDIAR, ESTUDIAR, ESTUDIAR. Y trabajar, claro.

Cursando el último año de la carrera, concursé para el Programa de Pasantías del Ministerio de Hacienda, y siendo sincera y conociendo la fama de la función pública, me presenté sin la menor esperanza. Increíblemente, ingresé como pasante en el Departamento de Prensa y Difusión (el mejor departamento de Prensa de la función pública, según comentarios), y en ese período, se lanzaron concursos para contratación. Esa oficina contaba con dos puestos vacantes.

Ya con un poco más de expectativa, gané el concurso de méritos para ocupar uno de los puestos. Estaba orgullosa y feliz por la nueva oportunidad que se me presentaba, y veía a mi jefe y mis compañeros muy contentos por el resultado. Tuve la suerte de que todos me apreciaban y admiraban mi trabajo. Mi contrato empezó en el 2015, y la ilusión era inmensa. “Las cosas por fin están mejorando en mi país”, pues no necesité de ningún “cavaju”.

A pesar de que el salario era muy bajo, mínimo para ser exactos, no me quejaba, ya que todavía tenía pendiente la Tesis. Mi jefe ya había hecho un par de pedidos de aumento durante ese año, porque desde que me incorporé, cumplía con dos funciones: asistente administrativa y comunicadora. Con mucho sacrificio de por medio, en diciembre de 2015 defendí la Tesis obteniendo la máxima calificación, y además, culminé el curso de inglés del CCPA.

Conscientes de que se aproximaba la renovación de contrato, por tercera vez se solicitaba un aumento salarial, esta vez con argumentos mucho más sólidos. Pasaba a formar parte del Rubro Profesional (lo que implica pago de impuestos). Grande fue mi sorpresa en el momento de la firma: no había ni un aumento. ¿La justificación? Tenía varias multas por llegada tardía... ¡Ah! Y no hay presupuesto

Sí, llegaba tarde en ocasiones. La jornada laboral terminaba entre las 6 y las 7 de la tarde, de ahí asistía a la Universidad para avanzar con la Tesis y entre esperar uno de los buses chatarra que venían repletos y viajar más de una hora, llegaba a casa cerca de la media noche, todos los días.

Era una vida de locos. A pesar de eso, siempre cumplía con mi trabajo de la mejor manera, ganando la simpatía de mi jefe y compañeros. Cada multa significaba un descuento de G. 60.000. ¿No era acaso sanción suficiente? ¿Puede imaginarse alguien la impotencia que sentía en ese momento?

Recurrí a todas las instancias que me fueron posibles. Recursos Humanos, jefe de Gabinete... Nadie tenía el menor interés ni consideración por la situación. Hablaba e intentaba defender mis argumentos como toda joven soñadora, que tiene la esperanza de que el Gobierno, nada más y nada menos que el Ministerio de Hacienda, reconozca el esfuerzo y sacrificio de tantos años y la capacidad y aptitud demostradas “en la cancha”, pero no. Empecé a analizar los hechos. Definitivamente, algo no estaba bien.

¡Bingo! ¿Por qué razón tendrían que aumentar el salario a alguien como yo, que tenía “fallas administrativas” cuando tenía compañeras y compañeros excelentes, profesionales capacitados, cursando maestrías, con inglés avanzado, sin ninguna mancha en su legajo, que incluso en 6 años de contrato seguían con un salario que no alcanzaba los G. 2.500.000? Vivían con la esperanza de que el siguiente año, tal vez, con la ayuda de la Rosa de Guadalupe, mejorara su situación salarial.

Siempre debatíamos sobre las injusticias, pero solo cuando me tocó a mí, pude dimensionar la gravedad de las cosas. Un salario mínimo, (que no es digno ni suficiente para ningún ciudadano), es lo que ofrecen a personas que dedicaron 20 años de sus vidas para capacitarse.

No soy soberbia, sino todo lo contrario: TENGO DIGNIDAD. ¿Será que el Gobierno tiene el derecho de incentivar a niños y jóvenes a estudiar para que una vez culminada la meta, te ofrezcan un salario mínimo como recompensa al formar parte de la función pública por méritos?

Eso ni siquiera puede retribuir mínimamente los gastos que implica estudiar en un país como el nuestro, donde la educación gratuita es simplemente una ilusión, y donde planilleros, funcionarios fantasmas y secretarias vip se enriquecen dejando “sin presupuesto” para remunerar justamente a personas que realmente pueden aportar por un país mejor.

El 50% de los funcionarios de ese departamento ya no permanecen allí. Se dieron cuenta de que era una pérdida de tiempo: no hay forma de crecer personal ni profesionalmente en esa institución. En todo el Ministerio de Hacienda pude conocer a mucha gente, y la mayoría insatisfecha por sus condiciones salariales. Es una pena, y una verdadera vergüenza. ¿Y es éste Ministerio el que “administra” el dinero del país?

Y les dejo con una frase que escuché de una pequeña estudiante de primaria, e hizo que tome la decisión de publicar esto: “Yo estudio porque no pienso ganar un sueldo mínimo”. Sentí vergüenza de ella.

Señor Presidente, POR FAVOR, HAGA ALGO PARA NO SEGUIR DESTRUYENDO ILUSIONES DE NIÑOS, JÓVENES Y PADRES. Es increíble la odisea por la que atraviesan miles de paraguayos para poder estudiar.

Lic. Claudia León.

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