BUENAVENTURA - COLOMBIA
Vestidos con uniformes nuevos de camuflaje y fusiles de asalto, guerrilleros de las FARC “tomaron” pacíficamente la recepción de un hotel en Buenaventura para registrarse y pasar la noche como cualquier huésped, camino a la zona rural donde en los próximos meses dejarán las armas.
La escena, que por lo inusitada atrajo a curiosos, tuvo como protagonistas a 14 hombres y 2 mujeres del Frente 30 Rafael Aguilera de las FARC, que llegaron por mar a Buenaventura, el principal puerto del Pacífico colombiano, en una lancha rápida que izaba una bandera blanca, provenientes de Puerto Merizalde, aldea a orillas del río Naya. Su destino, La Elvira, una de las 26 zonas veredales transitorias de normalización (ZVTN), situada en Buenos Aires, municipio del vecino Departamento del Cauca, donde se reunirán centenares de guerrilleros para iniciar el proceso en el que dejarán las armas y volverán a la vida en sociedad.
experiencia inédita. El Hotel Krystal, ubicado en la vía alterna que conduce al puerto de Buenaventura, fue una escala del grupo para pernoctar el sábado y el domingo seguir el viaje en autobús hacia La Elvira. “Todos dimos la vida por la causa, por la lucha para que hubiera paz en este país; lo importante es que estamos aquí”, dijo a periodistas el comandante Fidel Porras, líder del grupo, perteneciente al Bloque Alfonso Cano. En la recepción del hotel, una experiencia inédita para ellos, los guerrilleros recostaban sus armas de largo alcance en las paredes y permanecían de pie esperando el momento de ser llamados para el registro, acompañados por miembros del Mecanismo de Monitoreo y Verificación (MMV) del cese el fuego. Llegados de una selva inhóspita, los miembros de las FARC no ocultaban su sorpresa por estar en medio de la civilización y, tras recibir indicaciones de funcionarios de la ONU, Porras fue el primero en acercarse a la recepcionista que le miraba cautelosa, pero firme.
Porras, quien minutos antes se dirigía con intensidad en el puerto a los medios de comunicación, ante quienes criticó las obras aún sin concluir de las zonas veredales y el incumplimiento de las fechas de entrega de estas por parte del Gobierno, se mostró por unos minutos dudoso ante los procedimientos del registro en el hotel, pero finalmente pasó adelante. Enseguida ordenó a sus hombres entregar una identidad a la recepcionista y, uno a uno, todavía con sus morrales a cuestas y el fusil al hombro, recibieron la tarjeta electrónica de ingreso a la habitación y el control a distancia del televisor.
Fue un momento de duda, porque todos se miraban sin saber cómo debían acomodarse y se preguntaban entre ellos si compartirían dormitorio, como lo hacían en los campamentos improvisados en la selva, pero inmediatamente un funcionario de la ONU les aclaró que eran habitaciones individuales y que en la tarjeta magnética estaba escrito el número que le correspondía a cada uno.