19 mar. 2024

“El que detenta el poder tiende a abusar de él y a eternizarse en él”

El apetito de seguir en el poder es una condición natural del hombre y por ello es importante poner límites, analiza el constitucionalista Jorge Seall, quien dijo que en Paraguay esta situación se agrava con el prebendarismo.

Analista.  Jorge Seall analizó para ÚH la coyuntura política.

Analista. Jorge Seall analizó para ÚH la coyuntura política.

Por Roberto Irrazábal

roberto-irrazabal@uhora.com.py

–¿Cómo ve el proceso histórico que llevó a la Constitución del 92 a eliminar la reelección presidencial? ¿Hay una tradición reeleccionista o una mala costumbre autoritaria?

–Yo diría que las dos cosas serían motivos de aquella cláusula tan categórica de la Constitución, no una cuestión coyuntural de evitar que Rodríguez siga, que se intentara evitar que se consolide un sector concreto del Partido Colorado como el rodriguismo, o cosa parecida; para eso se encargaron otras disposiciones de la Constitución bastante cuestionables. Creo que realmente había algo más que eso, estaba latente, por sobre todo, el pasado de Stroessner, en el cual se apeló, todas las veces, a procesos democráticos, y uno diría cuánto puede forzarse ese proceso cuando tiene uno una población diezmada y sometida a un proceso de cooptación, como el monopolio de un partido en los cargos públicos, o el acceso reservado para las cámaras del Congreso. Creo que la reelección es un tema central en la concepción del Estado democrático liberal que se acuña desde la Revolución Francesa con el modelo de Montesquieu, en 1750, quien habla de una experiencia eterna de la humanidad donde el hombre que llega obtiene y detenta el poder siempre y tiende inexorablemente a abusar de él; esa palabra abusar también se refiere a su permanencia, prácticamente prorrogada y extendida por el ejercicio de esa función.

–¿Y qué piensa sobre el aspecto tradicional de los políticos en Paraguay?

–No está demás decir que hay una tradición autoritaria en nuestra historia política, muy clara desde sus inicios, no solo con el doctor Francia, más allá de sus luces e ilustración, claramente un ícono de nuestra historia en cuanto a haber sido el hombre con la visión más clara respecto a la independencia y cómo conservarla a cualquier precio. Sin embargo, de ese Consulado, en menos de un año se llegó a una dictadura temporal y dos años antes de terminar ya se declara dictador perpetuo en 1816. No es absolutamente extraño en la historia latinoamericana y como dice Montesquieu es una experiencia eterna de la humanidad esa tendencia. Luego con Carlos Antonio López vemos lo mismo, y él mismo prepara su sucesión con una Constitución para ajustársela a su hijo, Francisco Solano, acomodando la edad y otros puntos que no lo habilitaban. Después de la devastación de la Guerra de la Triple Alianza aparece la frase “en ningún caso” para la reelección en la Constitución del 70, salvo dos intervalos de por medio. Luego nuestra tradición, más que reeleccionista, fue un ejercicio abusivo y autoritario del poder a lo largo de los numerosos golpes, asonadas y cambios de gobierno, sin respetar los periodos presidenciales de cuatro años, y eso llega hasta Stroessner, con otra Constitución de claro signo más autoritario en su designio, como fue la del 40 que aprovechó Morínigo cuando manoteó a Estigarribia la presidencia al morir este.

–¿Existe una necesidad real de introducir la reelección presidencial en el país?

–Yo observo que sería digno de considerar una reelección, como algunos clásicos europeos, como recompensa a un presidente que hizo un buen ejercicio, el tener la expectativa o estímulo de tener otro periodo. Luego están los que dicen que se necesitan más años según la obra de Gobierno, como los franceses, quienes terminaron acortando su periodo de siete a cinco años, porque realmente siempre hay pretextos y ni con 14 años se hicieron tantos cambios, porque no existe el hombre providencial en la tierra, eso es creer en idealismos exagerados que intentan sacar las proporciones reales del hombre. Particularmente digo, conociendo la forma en cómo hacemos política en Paraguay, la estructura prebendaria de nuestra democracia, esencialmente no basada en procesos de promoción de candidaturas, plataformas, programas y se elijan las personas más aptas, eso es toda una declamación de lo que venimos haciendo en esta transición, aquí gana el que tiene la famosa “estructura electoral” que pasa y está apoyada total y completamente en el esquema prebendario existente y en el prometido, o con reales expectativa de que eso se cumpla para sus correligionarios, y aquellos que están en las estructuras para repartir los cargos para los famosos operadores y sus familiares... en especial en el Partido Colorado, pero los demás partidos de la oposición no le van en saga en la esencia del modelo, es un pueblo ya prebendarizado y sabe que en la oportunidad electoral se aprovecha esa pequeña coyuntura de ver y sacar de la acción electoral un ejercicio de ver qué puede sacar particularmente, sin pensar en el interés general.

–¿Cómo afecta esta situación cultural a la proyección de la reelección?

–Esta visión de buscar, detrás de la estructura prebendaria, lograr conseguir una jubilación, o colocar a un familiar en un cargo, o una designación en la escuela tal o el centro de salud tal, etc, etc, permea todo el Paraguay, y con esta estructura, pensar entonces en ese idealismo europeo y decir que sería bueno que un “gran presidente” pueda seguir su obra, creo que es ser un poco iluso. No veo que haya algún gran problema en la historia de los países serios en nuestras transiciones democráticas por las dictaduras latinoamericanas, lo que han hecho Chile, con mucho beneficios, o Uruguay, de poner una reelección pero con un periodo de por medio, porque lo esencial, como decía Alberdi en 1852, es que el que está en el poder tiene muchas formas de competir con ventajas sobre cualquier contendiente en una elección. Pienso que es una muy buena idea, de que si se establece la reelección, sea luego de un intervalo. Las ventajas del poder son muchas, pero más en un país prebendario con reparto de cargos y privilegios, que es moneda corriente y en la forma más alevosa y obscena, y con Cartes especialmente hemos tenido un ejercicio de cómo se pueden dispensar altos cargos de la noche a la mañana y gente que cambia de posición radicalmente dentro de su propio partido a prebendazos.

–¿Cómo ve el panorama regional, considerando los diversos modelos de reelección?

–El panorama latinoamericano es bastante lamentable, sobre todo en los países del sesgo bolivariano del siglo XXI. Están dando cátedras de lo mismo que estamos denunciando o criticando, no solo Venezuela, sino también Bolivia, y en el caso del Ecuador, donde parecía muy ético, pero también se buscó la reelección con la excusa de que supuestamente no hay otro. El caso más lamentable me parece el de Nicaragua, donde, pese a la prohibición constitucional, el Poder Judicial se puso de rodillas frente a Daniel Ortega, quien se está eternizando, cosa que también quiere pasar en Bolivia, donde un reciente referéndum le dijo que no, pero igual sigue buscando cómo. El panorama regional está lamentablemente muy a tono con este tipo de genuflexiones frente al poder de turno, la famosa experiencia eterna de la humanidad donde el que detenta el poder tiende a eternizarse en él.

–¿Cree que es factible establecer la reelección en Paraguay?

–Creo que, más que nada, es peligroso, porque con la forma que se hace política y la forma con que el electorado paraguayo toma este tipo de decisiones, estamos en gran riesgo de establecer una reelección pret a porter (listo para llevar) para el presidente de turno y para los que vengan... Creo que todas las elecciones consecutivas que se puedan aprobar por sí y en las condiciones que hacemos política acá, no podemos pensar como los europeos o los propios norteamericanos... Si se establece la reelección, que sea con un periodo de por medio como Uruguay y Chile.

–¿Cuál sería el camino para el cambio y las condiciones políticas óptimas?

–De seguro no las que vienen existiendo en los últimos 15 años de transición en que se ha degradado tanto el proceso político por lo que decía, la forma en que elegimos autoridades, y al fin y al cabo una Constituyente va a ser, por encima de lo que debe ser, totalmente permeado, devastado y distorsionado por la forma en que elegimos nuestras autoridades, en que no tiene nada que ver la idoneidad para el cargo de intendente, gobernador, legislador y hasta presidente, con lo que esas personas se espera que hagan para el interés general de la nación.

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