Sin embargo, Alberto Acosta Garbarino, de la organización Desarrollo en Democracia (Dende), subraya que el Estado fue un actor ausente en los momentos en que el escenario internacional era favorable. “No invirtió en infraestructura, caminos, calles; todo nuestro sistema público está colapsado”, evalúa.
En el Paraguay hay problemas políticos y de corrupción que carcomen todo, señala. “Cuesta construir en lo político y la corrupción está minando todo. Ese es el país que le va a recibir a Francisco: un país dividido, polarizado y enfrentado”.
Realidad campesina. Para Marcial Gómez, dirigente de la Federación Nacional Campesina, el panorama nacional también se ve sombrío.
“El desarraigo del campesinado, a consecuencia del modelo agroexportador, es gravísimo: la producción a gran escala va atacando y fumigando comunidades campesinas e indígenas, con sus consecuencias que ya conocemos: migración, delincuencia, drogadicción y pérdida de la esperanza del futuro de los jóvenes”, destaca.
En el Paraguay del siglo XXI el 1% de los propietarios de tierras siguen controlando el 77% de la tierra productiva. Y en los últimos 26 años, desde 1989, fueron asesinados más de 100 dirigentes campesinos.
Mientras tanto, la población rural sigue aguardando que algún gobierno haga realidad la reforma agraria con acceso a la tierra y asistencia integral.
Otro dato: tampoco tratamos mejor a nuestro ambiente. La deforestación mensual en el Chaco equivale a cinco veces el área de Asunción.