06 may. 2024

El entretenimiento y la pobreza de la cultura

Por Blas Brítez – @Dedalus729

Jaime Campos Vázquez es peruano, pero hoy vive y trabaja en México. Durante veinticinco años formó parte de los servicios secretos de su país, pero hoy es un ejecutivo en suelo mexicano de la Motion Picture Asociation of America (organización que cuida los intereses, en todo el mundo, de los grandes estudios cinematográficos estadounidenses). Es decir, siempre trabajó para los yanquis. Se siente orgulloso de ello.

El escritor francés Frédéric Martel lo entrevistó para su libro Cultura mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas (Taurus, 2012), y su caso resulta simbólico para hacerse la idea de cuán extendida y naturalizada a lo largo del mundo está la cultura del entretenimiento norteamericana, y sus mecanismos de rentabilidad. Quien trabajaba para los órganos represivos peruanos hoy es el abanderado de la antipiratería en México. Represión política interna y defensa de la expansión del entertainment en un solo hombre.

El libro de Martel es una disección quirúrgica del modelo de industria cultural norteamericana, aun cuando analiza los actores que la desarrollan en Japón, en India, en el Líbano o en Egipto.

Es tan amplio en su diagnóstico de qué hace el capitalismo con el cine, la música y la prensa (se echa en falta el análisis de la industria de los libros, pero puede deducirse perfectamente), que es imposible resumirlo en este espacio. Sin embargo, van algunas muestras.

Hace notar cómo el auge de los multicines coincide con el lobby del agronegocio del maíz, y cómo la venta de lo que los paraguayos llamamos pororó es mucho más rentable que las entradas al cine.

Muestra cómo la independencia en la industria cinematográfica norteamericana es una ilusión; lo que se suele llamar “cine independiente” no es más que el resultado de una empresa sucedánea de una mayor.

Hace evidente lo que uno sospecha: cómo las compañías discográficas y las radios deciden: ‘Van a escuchar los estadounidenses por medio de un playlist acotado y acordado; además de la syndication, que consiste en “emitir una y otra vez, con variantes, un mismo programa creado por una determinada emisora en otras muchas radios que la compran”, y cuyo modelo se repite en la televisión.

Y, finalmente, la payola, que es el soborno directo: pagos que hacen las discográficas para promocionar en radio a Madonna, U2 o Shakira. Todo esto gracias a la posibilidad de concentración de medios que desde 1996 es posible en los Estados Unidos: Clear Channel pasó de tener 43 emisoras a poseer 1.200.

El modelo aspira a la homogeneización y, según Martel, se trata de una guerra a nivel global de la cultura, en donde el único vencedor es un fascinante empobrecimiento de la diversidad en los contenidos y de la visibilidad de todos los actores culturales.

Ser universal es hoy ser mainstream.

Como si Shakespeare, que fue mainstream en su tiempo, hoy fuera Spiderman.

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