Trump es para ellos el provocador magnate inmobiliario que golpeó en el rostro a la clase política con una confrontativa campaña electoral de 18 meses. Al actuar así produjo un abismo entre los líderes republicanos y millones de militantes de base.
Si Trump vence el 8 de noviembre, el partido será suyo, una apabullante toma del poder político que podría cambiar por décadas el paisaje del conservadurismo estadounidense. Si pierde, a los republicanos les espera el desafío de reconstruir el partido y curar las heridas.
Algunos seguidores de Trump contemplan abiertamente la posibilidad de que el partido desparezca, y creen que muchos que trabajaron por la antigua estrella televisiva podrían abandonar el partido.
“Dudo de que vayan a querer volver al redil”, dijo a la AFP Ken Bleistein. Este jubilado sostuvo que no le “sorprendería” que los seguidores más conservadores de Trump –contrariados con dirigentes como Paul Ryan, que le dieron la espalda a Trump– huyan cuando el partido intente reafirmar su control sobre un rebaño descontento.