Texto: Elías Piris | Fotos: Fernando Calistro
El viento sur sopla inmisericorde a una ciudad de por sí fría y distante con sus propios habitantes y más aún con quienes vienen de otro lugar.
El viento helado del río se cuela en las carpas y los abrigos, mientras unas callosas manos absorben el calor de las encendidas brazas de las leñas. El mate cocido hierve, al igual que el guiso de arroz. Será la cena de miles de pobladores de tierra adentro que, a pesar de que Meteorología anuncie la noche más fría en lo que va del año, dicen que no abandonarán esa plaza sin que el Gobierno les condone la deuda de USD 34 millones.
Los mismos que por la mañana son titulares por el caos que ocasionan en el tránsito, se enfrentan con el tan mentado estoicismo paraguayo al frío que llegó con previo aviso, pero que cala hondo en la piel.
“Haga frío o calor, acá vamos a seguir, no puede ser que el Gobierno no haga caso a nuestros reclamos”, nos cuenta uno de los dirigentes, mientras organiza a niños y mujeres que dormirán en el refugio instalado por la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN).
Mientras tanto, las mujeres alzan a los niños y esperan la orden de ingresar a la gran carpa con estufa instalada en uno de los extremos de la plaza que siempre los recibe.
La SEN donó una gran cantidad de mantas y frazadas a los labriegos, que optaron por seguir resistiendo en sus precarias carpas.
Como una manera de atenuar el frío, en una improvisada tarima, un dúo de cantantes entona a dos voces “Che kamba resa jajai”, aquella canción compuesta por Hilarión Correa convertida en una pieza indiscutible de la música popular paraguaya.
Al ritmo de la canción, las parejas bailan, otros ríen. Mañana será otro día de lucha. Mañana será otro día de resistir el frío climático y el frío de la indiferencia de la “gente bien” y de las autoridades. Mañana será otro día de incertidumbres y posibles derrotas.