Por Andrés Colmán
Desde que unos oscuros sicarios asesinaron al periodista Santiago Leguizamón el 26 de abril de 1991, en la fronteriza localidad de Pedro Juan Caballero, ni la esposa, Ani Morra, ni los cuatro hijos: Raquel (36), Dante (33), Sebastián (31) y Fernando (21), habían aceptado aparecer juntos en una entrevista.
Hoy deciden hacerlo por primera vez, a 20 años de un crimen que permanece impune.El recuerdo de Santiago está en todos los espacios de la vivienda de los Leguizamón, en el barrio Villa Morra de Asunción, en forma de fotos, dibujos, retratos, afiches, objetos personales. Pero su presencia más conmovedora se percibe en una alta escultura realizada en bronce por el artista Herman Guggiari, muy parecida al monumento que erigió en una esquina de Sajonia. En torno a esta imagen, la viuda y los hijos rememoran hoy con una mezcla de frustración, lágrimas, orgullo, satisfacción, melancolía, convicción cívica... pero sobre todo amor, al papá periodista que fue capaz de dar su vida por un oficio que tanto amaba.<br/><br/> <br/><br/>–Desde que mataron a Santiago, nunca aceptaron hablar en forma pública como familia. ¿Por qué ahora?<br/><br/>Dante: –Sentimos que en estos 20 años, además de la impunidad en que sigue el caso, la imagen de Santiago se está perdiendo en el olvido. Muchos jóvenes no saben quién es, qué fue lo que hizo, por qué lo mataron. Es cierto que cada 26 de abril hay actos y homenajes, pero no debería ser lo único. Hay valores y situaciones que no deberían olvidarse, no solo con Santiago, sino con muchos otros luchadores asesinados, como los de la época de la dictadura, o los jóvenes del Marzo paraguayo. Nos duele este país del olvido y la impunidad. Por eso, al cumplirse estos 20 años desde que asesinaron a mi padre, hemos querido iniciar una campaña de rescate de su memoria, junto a las de muchas otras víctimas del poder de la mafia.<br/><br/> <br/><br/>–¿Cómo pudieron sobrellevar desde la familia un asesinato que conmovió al Paraguay?<br/><br/>Ani: –El impacto fue terrible. Nos llevó mucho tiempo sobreponernos. Cuando mataron a Santiago, Raquel tenía 14 años, Dante 13, Sebastián 11 y Fernando apenas 1 año de edad. Él fue a quien más le costó. Recuerdo que íbamos en el auto y Fer, cuando veía a algún policía o a gente con armas, se escondía en el piso y gritaba alarmado: "¡Cuidado, nos van a matar”. Fue muy traumático.Fernando: –Yo no tengo ningún recuerdo de mi papá vivo. Lo fui conociendo después.Dante: –Eso nos pasó también a los que éramos más grandes. Yo tenía 11 años cuando lo mataron, pero recién después aprendí a conocer al Santiago periodista, a leer lo que escribía, a entender por qué lo asesinaron. Incluso ahora, en que estamos recopilando materiales suyos, me sorprendo al leer lo que escribía acerca de temas sociales, las denuncias sobre el tráfico ilegal, sobre la problemática campesina. Sebastián: –Dante y yo llegamos a ir varias veces a Pedro Juan, a quedarnos un tiempo con papá, pero recién después nos dimos cuenta de cómo su vida estaba en peligro.<br/><br/>–¿Les marcó mucho ser los hijos de un mártir del periodismo paraguayo?<br/><br/>Raquel: –Crecer sin un papá es terrible para cualquiera, aunque no sea un caso famoso. Yo siempre sentí mucho el dolor de no tenerlo, pero también un gran orgullo por lo que él hizo, por lo que él significa. Al mismo tiempo, me digo: “Qué huevos tenía papá... y qué pena que yo nos los tenga, para ser como él”. <br/><br/>–La imagen de Santiago es la de un hombre principista y valiente. ¿Les hubiera gustado que fuera más cobarde, pero tenerlo vivo? <br/><br/>Raquel: –No... porque en ese caso no hubiera sido él. Eso lo entendimos. Y doy gracias a mamá y a los miembros de mi familia que nos ayudaron a crecer sin estar llenos de odio por lo ocurrido. <br/><br/>–Ninguno de los hijos se hizo periodista.<br/><br/>Fernando: –A mí sí me interesa seguir Periodismo, pero todavía no lo tengo armado.Dante: –No nos hicimos periodistas, pero yo elegí seguir Derecho y especializarme en temas de derechos humanos. En algún momento me planteé seguir Ingeniería informática, pero no podía quedarme en arreglar computadoras. Siempre sentí el peso de ser “el hijo de”, por eso nunca me presento así, y he tratado de abrirme mi propio camino. Hoy tengo un masterado en Derecho, trabajo en Argentina, y lo de ser “hijo de Santiago” es un plus.Raquel: –A mí también me marcó. No pude quizás ponerme a enfrentar al narcotráfico como hizo mi papá, pero trabajo en las consecuencias... Estoy en una fundación que trabaja con chicos adictos.Fernando: –Yo estudio Filosofía, y estoy pensando seriamente en seguir Periodismo.Sebastián: –Yo soy comerciante, o al menos estoy intentando serlo.<br/><br/>–Un hecho llamativo es que la familia nunca presentó querella criminal. ¿Es porque no confiaron en la Justicia?<br/><br/>Ani: –Realmente, no confiamos en la Justicia. El día en que mataron a Santiago, ya sabía que esto iba a terminar en la impunidad, porque quienes estaban detrás del crimen era gente muy poderosa. Para hacer una querella se necesitaba dinero, y yo apenas tenía para mantener a mis hijos. Pero hubo otra razón: mi suegra. La mamá de Santiago me hizo jurar que no presente ninguna querella, que no hable, que no diga nada, porque tenía mucho miedo.<br/><br/>–¿Recibían amenazas?<br/><br/>Ani: –En los primeros tiempos, tras el asesinato de Santiago, fuimos muy perseguidos. Llamaban a amenazar por teléfono. Les decían a mis hijos que les iban a llevar a matar como pajaritos. Estacionaban autos frente a la casa a la noche, a la madrugada, con mucha violencia. Raquel: –Encontramos balas en el portón. Otra vez nos dejaron un sapo muerto. Tuvimos que cambiar el número de teléfono y tener a policías haciendo guardia frente a casa.<br/><br/>–¿Sienten frustración porque el Estado paraguayo no fue capaz de esclarecer el crimen y mandar a la cárcel a los asesinos de Santiago?Dante: –Sin dudas existe frustración, pero no es solo porque no castigaron a los asesinos. Es algo mucho más amplio que eso. No es solo la justicia para mi mamá y los cuatro hijos, sino para toda la sociedad paraguaya. Haber aclarado este crimen hubiera significado que los periodistas puedan investigar o informar sobre la corrupción, sin temor a que los asesinen impunemente. Que la gente vuelva a confiar en la Justicia y en las instituciones democráticas. Pero no fue así, por más que todos los presidentes de la República, ministros del Poder Judicial y fiscales generales prometieron que el crimen iba a ser esclarecido. Nosotros hubiéramos querido gritar nuestra verdad acerca de quienes mataron a papá, pero no podemos hacerlo.<br/><br/>–¿Ustedes saben quiénes mandaron matar a Santiago?<br/><br/>Dante: –Sí, lo sabemos nosotros y lo saben ustedes también. La sociedad paraguaya lo sabe, pero no hay un órgano oficial que lo pueda decir, porque no se castigó el crimen, y hoy existe la posibilidad de que personas ligadas a quienes ordenaron el asesinato estén en carrera política para la presidencia de la República. Por eso es importante reflexionar y discutir acerca de lo ocurrido. Porque si lo volvemos algo invisible, si lo olvidamos y lo dejamos impune, va a pasar que los que tuvieron que ver con el asesinato se reubiquen y se presenten como empresarios exitosos, como grandes políticos y salvadores de la patria. Deberíamos aprovechar la celebración del Bicentenario para hablar sobre estos temas. <br/><br/>Crecer sin un papá es terrible para cualquiera, aunque no sea un caso famoso. Yo siempre sentí mucho el dolor de no tenerlo, pero también un gran orgullo por lo que él hizo, por lo que él significa. Al mismo tiempo, me digo: ´Qué huevos tenía papá... y qué pena que yo nos los tenga, para ser como él´.<br/><br/>