08 may. 2024

Zurdo

Guillermo Sequera - Dardo Ramírez.jpeg

Guillermo Sequera, director de Vigilancia de la Salud.

Foto: Dardo Ramírez.

Guillermo Sequera, el joven médico director de Vigilancia de la Salud, explicó en una entrevista que, así como el ébola y la tuberculosis tuvieron su origen y primeros brotes epidémicos en poblaciones marginales, y solo después se fueron extendiendo hasta llegar a las capas media y alta de la sociedad, el nuevo coronavirus se convirtió en pandemia siguiendo un camino anverso.

El contagio internacional se produjo en general debido a la movilización de las clases media alta y alta, la que puede pagarse un vuelo de un continente a otro. No fue sino hasta que el virus empezó a circular en cada país que la enfermedad llegó a los demás estratos sociales.

Sequera no dijo que los pobres tengan la culpa del ébola ni los ricos del Covid19. No hizo un juicio de valor sobre las clases sociales sino un análisis epidemiológico de cómo se originaron determinadas epidemias y pandemia. Establecer estos hechos permite aplicar medidas de contención adecuadas, como el cierre de aeropuertos o el aislamiento sanitario de poblaciones en condición de marginalidad.

La sola mención de las palabras pobres, ricos, o sectores privilegiados provocaron, sin embargo, la reacción inmediata de ese grupo alienado que descubre una conspiración marxista detrás de cualquier referencia a cuestiones tan obvias como la existencia de clases sociales. Para colmo, Sequera cometió el sacrilegio de recordar otras obviedades, como la situación catastrófica de nuestro sistema público de salud, o la carencia total de una red de contención social.

Hay preguntas que me quedaron dando vueltas en la cabeza después de leer a unos cuantos de estos eternos cazadores de “zurdos”. Por ejemplo: ¿Necesitamos ser marxistas para constatar que este Estado no nos garantiza la salud, la educación, la seguridad ni una mínima protección en casos de crisis económica o sanitaria? ¿Son guevaristas quienes están pidiendo que el Estado aporte dinero público para calzar la refinanciación de sus deudas con bancos y financieras?

¿Son trotskistas los administradores de colegios privados que esperan que el Estado pague los sueldos de sus maestros en tanto dure la crisis? ¿Son maoístas los empresarios del transporte que exigen que el Estado les pague el combustible para seguir operando?

Hurgando encontramos más socialistas insospechados. Por decir, muchos de los que en su calidad de internautas calificaban de delirio izquierdista cualquier planteamiento sobre un seguro de desempleo o subsidios para las familias incapaces de cubrir una canasta básica de alimentos, hoy figuran entre los primeros en apuntarse para el cobro de Ñangareko y Pytyvõ.

¿Eran leninistas sin saberlo? ¿Son de construcción chavista los bancos y las financieras que alientan una ampliación del fondo de garantías del Estado para refinanciar sus carteras de crédito? ¿Son castristas quienes esperan que los hospitales públicos tengan un lugar para recibirlos si desarrollan la forma grave de la enfermedad?

La pandemia es una buena oportunidad para demostrar cuán hipócrita es el discurso de quienes dicen que no necesitamos de un Estado, cuando ante la primera crisis corren a pedir que el dinero público los rescate. Este terremoto a escala global probó que siempre necesitaremos de un Estado que resguarde nuestra salud, nuestra educación y que nos dé una contención básica en tiempos de guerra, sea bélica, sanitaria o económica.

Lamentablemente, dejamos de manera indolente que la clase política construyera un Estado cuyo único fin es garantizar empleos para sus correligionarios, amigos y parientes; y negocios para sus financistas; un Estado que se paga con los impuestos que pesan más sobre el consumo que las ganancias, y con los dividendos de las binacionales que se reparten los aristoburócratas de sus nóminas y una larga lista de intendentes y gobernadores de angurria infinita, con honrosas excepciones (todo hay que decirlo).

Necesitamos de un Estado, de eso no hay dudas, pero un Estado para la gente, que se financie con equidad y que contrate en función al servicio que debe prestar y a la capacidad del contratado y no de los requerimientos miserables del clientelismo político.

Y si por creer eso uno califica como zurdo, debo decir que a esta altura de mi vida descubro que soy zurdo y no lo sabía. Yo que siempre escribí con la derecha.

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