Para muchos es casi un ritual comer un par de empanadas en medio de pan o acompañadas de mandioca cada mañana luego del desayuno y antes de comenzar a consumir el refrescante terere.
La empanada también es el menú que siempre saca de apuros a quien recibe visitas que llegan de sorpresa, ya que en el barrio por lo general se cuenta con alguna vecina que las venda y en las grandes ciudades hasta se puede pedir por delivery.
El costo es además una de sus ventajas, ya sea para prepararlas en casa, comprar las empanadas gourmet o bien de algún bar o casilla apostada alrededor de entidades públicas donde uno llega para realizar algún trámite y siempre tarda más de lo esperado, por lo que en algún momento se da un respiro para “comer alguna empanada”.
Pero también los más fitness la consumen. En este caso las empanadas en vez de ser fritas deben ser al horno, con relleno de verduras, acompañadas de una ensalada verde y jugo de frutas.
Los sabores son innumerables y ya depende del gusto de cada uno, las hay de carne vacuna, pollo, jamón y queso, choclo, salteña, napolitana, acelga, choclo con aceitunas, vegetarianas, cuatro quesos, palmitos, mbejunada, de atún, de pescado, de mandioca, de huevo, etc.
Bocaditos. También son especiales para servir como bocaditos en tamaños muy pequeños, ya sean fritas o al horno. Se utilizan generalmente en cumpleaños o acontecimientos donde concurrirá mucha gente.
Historia. En los años 30 del siglo pasado, un panadero de Villa Álvarez, de México, quiso innovar elaborando panes rellenos con frutas, que fueron vendidos frente al templo de San Francisco de Asís, donde ese 4 de octubre muchos niños recibían la primera comunión.
El panadero sugería a los recién comulgados que pidan a sus padrinos que le compraran empanadas, por lo que en la zona se volvió una tradición que al salir de la misa los niños pidieran “padrino, mis empanadas”.
Así nació la empanada, que luego se fue diversificando en cuanto a su relleno.