Cada edición de la representación escenificada en el barrio de la Pasión y Muerte de Jesús es un orgullo y un vendaval de recuerdos para Ramona Ríos, quien esperaba el inicio del Vía Crucis en la capilla. Desde su niñez recuerda las celebraciones que se realizaban en Semana Santa y el canto de los estacioneros.
“Es un legado que quedó de nuestra familia y quedó acá y se lo transmitimos a nuestros hijos y nietos”, contó Ramona, quien fue catequista y ve con mucho agrado cómo personas que no son del barrio van a disfrutar de la representación.
De afuera. La primera estación impactó a muchos. Algunos niños lloraron y varios adultos denotaban sorpresa en su rostro. Mientras el cortejo subía la loma, un perro ladraba y los gritos de los soldados no cesaban.
Era la primera vez que Tamara Tudela iba a presenciar el Vía Crucis, acompañada de sus hijas. Antes ya conocía el barrio. “Estábamos buscando algún sitio dónde se realizaba el Vía Crucis y nos enteramos a través de las redes sociales. Está todo muy lindo”, expresó. Cada estación, hasta el final, fue acompañada por los tradicionales cantos, el público y sus inseparables celulares.