El 31 de julio cerró con 49 fallecidos. Solo en agosto fallecieron 231 personas, según cifras del viernes, lo que equivale a 8 muertos por día, elevando a 280 los fallecidos hasta el viernes.
Cinco meses después del inicio de la cuarentena se llegó al ojo de la tormenta y aún resta saber cuán letales serán las olas en los próximos días, pronosticados como los más duros de la pandemia. Los vaticinios, que muchos consideraron alarmistas, finalmente se hacen realidad noche a noche, cuando Salud reporta sus datos en las redes sociales.
APOYO CONDICIONADO. Luego de una semana de tiroteos contra el ministro de Salud que generó una tensa relación en el mundo médico, fue importante el careo virtual que se realizó el pasado lunes en el Senado, donde Julio Mazzoleni enfrentó cuestionamientos directos de profesionales de blanco, científicos, legisladores y técnicos de la cartera sanitaria. El presidente Mario Abdo Benítez participó también como oyente. Allí, los trabajadores de la salud detallaron las necesidades que tienen, que van desde la falta de insumos, la carencia de equipos de protección, la demora de las pruebas PCR y hasta reclamos institucionales: Laura Duarte pidió al Ministerio que “deje de ningunear” a Clínicas y recalcó que desde marzo están pidiendo equipos de protección e insumos.
Mazzoleni, quien había tenido una semana de duro enfrentamiento con sus colegas, bajó totalmente el tono y reconoció las limitaciones ministeriales para responder a todos los reclamos. A pesar de los duros cuestionamientos, allí no se planteó ningún pedido de renuncia, lo cual le dio oxígeno para seguir timoneando el maltrecho barco.
Como si le faltaran problemas, tuvo que capear un fuerte ventarrón provocado por el escándalo protagonizado por el viceministro Juan Carlos Portillo, quien se vio obligado a “renunciar” luego de una fiesta donde violó todos los preceptos sanitarios. Hoy, alejado y exiliado, es apenas un humillante meme de farándula.
LOS PELIGROS DE ALTAMAR. Las horas más oscuras están llegando en momento de una fatiga social que puede convertirse en desobediencia y una crisis económica que puede ser una bomba de tiempo. Las provisiones ya son pocas y el puerto no se vislumbra. Por ello, es clave lo que suceda y se haga estos días.
La pandemia, como vimos, reveló todas las debilidades institucionales, la corrupción y la ineficacia exasperante de la administración pública. El barco llamado Paraguay hace décadas está bamboleando en el mar por culpa de capitanes sin hoja de ruta, de los piratas que perforan los presupuestos y la inoperancia de los remeros que no trabajan coordinadamente para llegar más rápido y con el menor daño posible al muelle.
Un buen capitán no zarpa sin una buena información meteorológica. Y este es el mayor error atribuido a Mazzoleni, quien a pesar de sus largas explicaciones, ya no convencerá. Tenía el mapa del Covid-19 (el huracán ineludible), las avisos de las tormentas (las cartas del futuro de lo que sucede en el Hemisferio Norte) y el barco lleno de cofres de oro para dotar a la Salud Pública de una infraestructura como jamás se tuvo, pero no supo comprar a tiempo las herramientas para superar la tempestad. El barco está lleno de oro, pero también de piratas que buscan manotear en el menor descuido esa fortuna que pertenece a todos los paraguayos cuyos hijos y nietos deberán pagar con sus impuestos.
Pero aún tiene una ventaja. A pesar de los reclamos, la fatiga y el hastío, la mayoría de la ciudadanía, los sectores productivos, los gremios médicos y personal de Salud siguen acatando sus consejos. Acá no hay, como en otros países, delirantes movimientos anticuarentena, ni llamados a la desobediencia civil, ni un presidente de la República que desafía lo que manda su ministro de Salud. Hay algunas manifestaciones irrelevantes, sin capacidad de hacer daño, aún.
Esta tormenta del Covid-19 debe ser recordada no solamente por el daño que causó sino porque fue una ocasión oportuna para expulsar a los piratas que buscaron que el barco encalle, a los remeros que rompieron la armonía, a los que no hicieron nada a pesar del huracán que se venía.
Luego, cuando se llegue a puerto con la menor baja posible y la tormenta no sea sino una suave llovizna, hacer el motín ineludible para destituir a todos aquellos que solo se dedicaron a destruir el barco. A aquellos que mantienen al país, desde hace décadas, en una eterna pandemia.