19 may. 2024

Una mujer llamada olvido

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

En la edición número 28 del periódico de trinchera Cabichuí, publicado el 12 de agosto de 1867, se cuenta la historia de Francisca Cabrera, una mujer vecina al campamento de Paso Pucú, en Ñeembucú, que ante el avance de tropas del ejército aliado durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) se ocultó con sus cuatro hijos en el monte y mostrándoles un gran cuchillo les dijo que ella se disponía a pelear hasta que la maten. Les pidió que ellos hagan lo mismo, porque quedar con vida en manos de los invasores sería un destino peor.

En el periódico hay un expresivo grabado que muestra a la decidida mujer entregando el cuchillo a su hijo mayor, mientras el más pequeño se abraza con ternura a sus piernas.

A un siglo y medio de aquel dramático episodio, narrado por la pluma de Natalicio Talavera, el primer poeta y corresponsal de guerra, no hay calles ni monumentos que recuerden a Francisca Cabrera, como tampoco se evoca a Ramona Martínez, la chica adolescente que se batió como leona con una espada que le dio un oficial en la Batalla de Itá Ybaté, abriéndose camino a sablazos hasta refugiarse en el monte.

A pocos días de conmemorar los 150 años del asesinato del Mariscal Francisco Solano López en Cerro Corá, que puso fin a la guerra más terrible de nuestro país, el 1 de marzo de 1870, declarado el Día de los Héroes, ya resuenan las salvas de homenaje al héroe máximo de la nacionalidad y a muchos otros considerados héroes, nombres masculinos estampados en tantas calles y avenidas, estatuas y monumentos, en pueblos y ciudades de todo el país.

Para la narrativa oficial, la historia ha sido protagonizada casi exclusivamente por machos militares y aunque existe un consenso de que las mujeres sostuvieron al ejército en campaña y asumieron la tarea de reconstruir el país desde las ruinas, se las recuerda bajo la denominación genérica de “residentas”, las que casi nunca tienen nombre propio ni rostro definido. Los pocos monumentos que existen las muestran anónimas sosteniendo banderas, cargando cañones, apuntando al horizonte, cargando con sus hijos y con los restos de una nación.

Existe un Día de los Héroes, pero no existe un Día de las Heroínas. En cambio sí existe un Día de la Mujer Paraguaya, que se recordará este 24 de febrero, a partir de un episodio que quizás no fue el más válido entre tantos protagonizados por mujeres, que resultan mucho más estremecedores. La fecha se impuso en recordación a mujeres de la aristocracia de la época que decidieron donar sus joyas y alhajas para ayudar a financiar los gastos del ejército.

Oficialmente no hubo batallones de mujeres en la guerra. No significa que ellas no hayan peleado, de muchas maneras. Algunas lo hicieron con las armas que encontraban a mano, como Francisca Cabrera y Ramona Martínez, o como las madres de los niños soldados de Acosta Ñu. Otras, aportando su auxilio humanitario, como María Ana Paredes, quien desafió las prohibiciones del mariscal para ayudar a más de 2.000 personas destinadas, principalmente mujeres, que fueron enviadas en 1869, confinadas en una cárcel sin murallas en el pueblo de Yhú.

Aunque la hazaña de María Ana es mencionada y valorada por el testimonio de la dama francesa Dorotea Duprat de Lasserre, una de las destinadas sobrevivientes de aquel episodio, el nombre de María Ana permaneció sepultado en el olvido durante un siglo y medio, hasta que hace más de un año lo pudimos rescatar en una obra en cómic y en varios artículos periodísticos, mientras un trabajo de investigación emprendido por el intendente y varios pobladores de Yhú logró hallar el sitio en donde estuvo el campamento de las Destinadas de 1869.

Hoy existe allí un bello Parque Histórico con un mural y una calle que rinden homenaje a María Ana Paredes como heroína para las nuevas generaciones. Ha dejado de ser una mujer llamada olvido. Una manera de conmemorar con dignidad el Día de la Mujer Paraguaya.

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