–Claramente, hay decisiones que no pueden postergarse y hay acciones que deben ser inmediatas. Si alguien nos está robando; si vence una licitación; si está disponible un recurso importante; si es el momento de invertir o cerrar, son aspectos impostergables. Lo ideal es que haya un plan, y si no lo hay, o si existen imprevistos que modifiquen el plan, se evalúe muy bien si realmente la acción requiere inmediatez.
–Algunos proyectos o algunas acciones requieren tiempo. Apurarnos no ayuda en nada. Algunos procesos requieren educar, esperar, convencer, colaborar, corregir y perseverar. Es el equilibrio entre lo “urgente y lo importante” y también, convencernos que se requiere cuidar la semillita y confiar en que crezca y dé frutos.
–Además de un plan, es fundamental manejar los tiempos, o los “cuándos”. Solemos concentrarnos en el qué, por qué y cómo, y desvalorizamos el “cuándo”. La Biblia está llena de lecciones para el mundo empresarial y una de las más trascendentes es que Jesús elige el momento. Lo hace cuando decide entrar a Jerusalén, cuando pasa de largo un pueblo, cuando decide callar o alejarse.
–“Te arrepentirás más de lo que no hiciste, que de los errores que cometiste”. Puede ser, solo que nuestros errores pueden perjudicar a otros. Nuestras perdidas pueden ser irreparables. Lo que dañemos puede ser irreversible. Tenemos muchos empresarios ricos (o que viven como ricos) manejando empresas pobres, nuestro desorden y exceso de deudas arriesga los trabajos y vidas de colaboradores y proveedores. Como mínimo pongamos una “cota de pérdida” que nos permita manejar riesgos y situaciones negativas y detenernos cuando sea necesario. Quizás en otros climas empresariales se pueda caminar por la cuerda floja sin red, aquí no. Cerrar una empresa, o despedir colaboradores y proveedores, a veces en condiciones injustas o hasta ilegales, puede ser una herida mortal.
Busquemos tener buena junta, buenos socios. No temamos a la crítica, a pedir consejos. Trabajemos para ser humildes. Apliquemos la oración de la serenidad, y ya en clima navideño, evaluemos si estamos llevando la fe a nuestras familias y si estamos trabajando para ser ejemplos.
Que el Espíritu Santo nos conceda serenidad, humildad y discernimiento para elegir los momentos conformes al Plan de Dios.