18 abr. 2024

Un vecindario complicado

Alberto Acosta Garbarino, - Presidente de Dende.

El triunfo de Alberto Fernández en las elecciones presidenciales de la Argentina le ha generado a nuestro país un complicado escenario regional, que nos obliga a repensar muy bien nuestra política exterior.

En lo económico, las situaciones del Brasil como de la Argentina son similares. Ambos se encuentran sumergidos en graves crisis económicas. Pero en lo político las diferencias son significativas. Mientras el Brasil tiene un presidente de derecha como Bolsonaro, la Argentina ha elegido a un presidente y a una vicepresidenta, como Fernández y Cristina, que claramente están alineados con la izquierda latinoamericana.

Esta diferencia ideológica entre ambos gobernantes se ve agravada por la mala relación personal entre ellos. Después de las elecciones, Bolsonaro dijo que “Argentina eligió mal”, y Fernández echó más leña al fuego cuando en sus primeras declaraciones pidió la libertad de Lula.

El escenario regional de los próximos años será terriblemente complicado, porque los dos grandes países, que representan el 97% del Mercosur, seguirán en medio de graves crisis económicas, enfrentados ideológicamente, y con fuertes peleas personales entre sus presidentes. Ambos países son fundamentales para el desarrollo del Paraguay. Primero porque son nuestros vecinos, a través de quienes podemos salir al mar y segundo porque el Brasil representa el primer destino de nuestras exportaciones y la Argentina, el segundo.

Pero una situación regional complicada no es nada nuevo para nosotros. Desde la independencia nuestra política exterior siempre estuvo definida por nuestra ubicación geográfica de país pequeño y mediterráneo, rodeado de grandes países con deseos de ejercer un liderazgo regional. Hasta la década de los sesenta, la dependencia que teníamos de la Argentina era total porque solamente por el río Paraná podíamos salir al mar y porque las propietarias de grandes extensiones de tierras paraguayas que controlaban nuestra industria taninera, eran empresas argentinas.

En el año 1956, bajo la presidencia de Juscelino Kubitschek, el Brasil concedió al Paraguay el puerto franco de Paranaguá, aprobó la construcción del Puente de la Amistad y concedió un crédito del Banco do Brasil para acelerar el asfaltado de las rutas al Este, con el objetivo geopolítico de tener mayor influencia en nuestro país otorgándonos una salida por tierra al mar.

En ese momento, en Sudamérica había una abierta competencia entre Brasil y Argentina por el liderazgo regional. Paraguay aprovechó este enfrentamiento para tener una política exterior “pendular”, procurando obtener ventajas de cada una de las partes, sin alinearse totalmente con ninguna de ellas, aunque la influencia brasileña fue creciendo y la argentina disminuyendo.

Producto de esta política “pendular” con el Brasil, tuvimos el Puente de la Amistad e Itaipú, y con la Argentina, el puente San Roque González de Santa Cruz y Yacyretá.

En la década de los noventa, con el acuerdo firmado entre Alfonsín y Sarney se fue desarmando esa relación de sospechas y enfrentamiento entre el Brasil y la Argentina, y se pasó a una relación de confianza y de cooperación… y se creó el Mercosur.

Ahora de nuevo parece que el ambiente en la región se encamina al enfrentamiento y la desconfianza, y el Paraguay debe pensar muy bien cómo moverse en este nuevo escenario. No sé cuál va a ser esa nueva política exterior, pero creo que tenemos que saber “jugar de chico” –como dice el senador uruguayo Sergio Abreu–, que para mí significa no meterse en la pelea entre los dos países grandes.

Tal vez tengamos que volver a una política “pendular” como en el pasado, buscando siempre defender el interés nacional, que básicamente implica buscar el desarrollo de nuestro país.

La ubicación geográfica es eterna y tiene una enorme influencia en el destino de un país pequeño y por lo tanto, si éste quiere progresar está condenado a llevarse bien con sus vecinos.

Recordémoslo, ahora que el vecindario está complicado.

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