14 dic. 2025

Un silencio y una quietud inusuales ante la nula presencia de peregrinos

Una situación inédita originada por la pandemia del coronavirus, que impacta actualmente en la ciudad de Caacupé y se extiende a las celebraciones litúrgicas del novenario de la Virgen, es la notoria ausencia de fieles de la Virgen de los Milagros.

Los fieles –provenientes desde distintos puntos del país– son tradicionalmente partícipes de los rezos en cada día de la novena; sin embargo, este año la Basílica está vacía.

Los caminos recorridos cada 7 de diciembre, que son utilizados incluso a la siesta y bajo el calcinante sol por centenares y miles de peregrinos para llegar junto a la Madre Celestial, esta vez, muestran una quietud total y ni qué decir la orfandad de instalaciones de pequeños puestos de ventas que en cada novenario son montados a la vera de los tramos que llegan hasta la ciudad de Caacupé.

Desde ayer rige la fase cero en los alrededores de la Basílica hasta el mediodía de hoy. Efectivos policiales se encuentran en cordones para asegurar que se cumpla la medida.

El silencio y la quietud son extraños para los pobladores. Esta situación se ve agravada por los anillos de protección que rodean el Santuario, para evitar el ingreso de fieles y evitar de esa manera la aglomeración de personas. Las vallas de protección son controladas por efectivos policiales, quienes en determinados espacios montan sus carpas para vigilar el acceso de la gente, tanto a la plazoleta como en el interior de la Basílica.

Ayer, 7 de diciembre, vísperas de la festividad, alrededor del templo hubo más efectivos policiales que devotos. Sin embargo, llamó la atención un solitario creyente de la Virgencita Azul que se colocó en la plazoleta solo y con los brazos abiertos elevar una plegaria a la Virgencita Azul. Este hecho sirvió a los camarógrafos de algunos medios de comunicación, porque era un hecho que rompía con la monótona escena.

Al costado de la Basílica, una señorita que estaba sentada frente a sus productos cerámicos comentó que no hay venta, que nadie viene, pero de por “ahí alguien se llega hasta aquí y desea llevarse algún Caacupé Potý, y para eso estoy aquí”, dijo la señorita que solitariamente estaba al lado de sus mercaderías. (D.B)