Por Fátima Schulz Vallejos / Fotos: Fernando Franceschelli.
En el departamento de Paraguarí, a 132 km de la capital, se encuentra ubicada una pequeña ciudad típica del interior del país, que a primera vista no se distingue de otros sitios. Sin embargo, hacer un recorrido por el lugar puede sorprender. Los nombres japoneses invaden sus calles y plazas de una u otra manera. Y es que sus propios habitantes presentan características que los hacen resaltar del resto. Y no es para menos. Estamos en La Colmena, la primera colonia japonesa en Paraguay.
La ciudad fue fundada el 15 de mayo de 1936 con el objetivo de establecer una colonia de los primeros inmigrantes japoneses en el país. Fue así que ese año llegaron las primeras 11 familias, integradas por un total de 81 personas, que vinieron desde el lejano país de Oriente en busca de nuevos horizontes y mayor progreso económico.
Arar la tierra
En su viaje —que duró alrededor de tres meses desde el puerto de Kobe (Japón) hasta Buenos Aires y de ahí nuevamente hasta Asunción— trajeron con ellos semillas de horticultura que sembraron en el lugar, para luego consumirlas.
De su llegada ya hace casi 80 años. Aquí se encontraron con una tierra totalmente desconocida, donde había todo por hacer: 11.000 hectáreas donde asentarse. Ante la necesidad y ayudados por la fertilidad de la tierra, con mucha tenacidad dedicaron sus esfuerzos a la agricultura —fruticultura y horticultura—.
Actualmente, los japoneses son los mayores productores de hortalizas en La Colmena y, según las autoridades, alrededor de 100 granjeros paraguayos que se iniciaron con los nikkei (descendientes de inmigrantes japoneses) ahora ya se dedican a sus propios cultivos.
Tomates, uvas, duraznos, ciruelas, manzanas, entre otras frutas y verduras de su producción, son distribuidos tres veces por semana en los mercados de Abasto y Abasto Norte, de Asunción y Limpio, respectivamente, donde tienen sus propios depósitos. En total, el 95% de lo que cosechan va a parar a esos mercados municipales, aunque también los comercializan en sus respectivas fincas dentro del pueblo.
En cuanto a la integración de ambas culturas, tanto el intendente del municipio, Mario Melgarejo, como los miembros de la Asociación Paraguayo Japonesa de La Colmena coinciden en que el trabajo es siempre conjunto y que los nikkei son un ejemplo para los paraguayos, por su empeño y ardua manera de trabajar.
Koichi Miyamoto, productor y vicepresidente de la Comisión 80 Aniversario de la Inmigración Japonesa, destaca el cambio en la mentalidad de los jóvenes japoneses. “20 años atrás, ellos migraban a Japón a trabajar, y por esa razón recién ahora otra vez volvieron al país para dedicarse a la agricultura, porque sus padres están mayores, entonces retoman este trabajo. Por suerte, ahora la mayor parte de los que migraron están volviendo y trayendo su dinero para invertir en su finca”, explica.
En cuanto al futuro, lo perfilan esperanzador. Desde hace cinco años vienen trabajando con el Gobierno de Japón para procesar cuatro tipos de uva: rosada, blanca, kyoho y negra, de modo a industrializar jugos 100% naturales, sin conservantes. Si bien ya los comercializan en la ciudad, a través de las ferias semanales y anuales, todavía lo hacen de manera artesanal y esperan poder aumentar el volumen y mantener garantizada la calidad a través de alguna alianza.
Tradiciones gastronómicas
Justamente con el objetivo de promover mayor producción y comercialización, todos los sábados realizan una miniferia donde venden verduras y frutas frescas, además de comidas japonesas elaboradas, como sushi, anpan o karintô.
Si bien La Colmena cuenta con cinco hoteles, el Fujimi es el más tradicional. Como su nombre lo dice, este hospedaje nipón invita a acercarse un poco más a esta cultura oriental.
La variedad gastronómica que ofrece este lugar abarca especialidades que se han vuelto populares en todo el mundo por su sinfín de sabores muy llamativos para el paladar occidental. Además de ser tan peculiar y deliciosa, suele ser muy sana, ya que abundan los vegetales, como berenjenas, nabos, hongos, cebollitas de verdeo, brotes de soja y repollos. También hay tofu, fideos, pollo frito, miso, pescados, mariscos y calamares. Todos los alimentos son presentados de manera tentadora y elegante, algo que de por sí ya los hace irresistibles a la vista y al paladar.
Ni hablar de sus postres. Su especialidad: el dulce de poroto, que es utilizado como relleno de bizcochuelos y bollos.
Alimentación adaptada
Y hablando de alimentación, los inmigrantes también se vieron obligados a cambiar su dieta y adaptarla a la producción local. Tomiko Yamazaki, de 84 años, una de las primeras inmigrantes japonesas, cuenta que, a falta de abundante arroz, empezaron a consumir mandioca y, poco a poco, incluyeron el consumo de carne en su dieta.
Seis años después de llegar, la familia de Tomiko empezó a canjear sus cultivos por carne de chancho, algo totalmente diferente a lo que estaban acostumbrados en su tierra natal. Y recién 15 años después empezaron a consumir con regularidad la carne vacuna.
Junko Seki, de 81 años, es otra de las primeras inmigrantes japonesas que residen en La Colmena. En su país natal, su padre era periodista, pero en Paraguay se dedicó a la agricultura, al igual que todos sus compatriotas.
Ella pisó suelo guaraní cuando apenas tenía un año y medio de edad. Obviamente, no recuerda nada de esos tiempos; al menos, no más de lo que sus padres le contaron. Regresó a Japón muchos años después para realizar una capacitación que duró tres meses. Reconoce que cuando llegó allá le impresionó lo maravilloso del país y el frenético ritmo de vida que llevan. “Lloré mucho —de emoción— al conocer mi país natal, pero una semana después ya quería volver. Extrañaba el puchero con mandioca”, rememora entre risas esta maestra que por más de 20 años ejerció como docente en la Escuela Japonesa de La Colmena.
Mantener las raíces
La Escuela Japonesa es dependiente de la asociación y su objetivo principal es mantener vivos sus orígenes, difundiendo y transmitiendo diariamente su cultura e idioma a 33 niños y niñas descendientes de japoneses, que habitan en esta comunidad.
También con la intención de mantener presentes sus raíces, el Museo Doctor Hideho Tanaka exhibe fotografías donde están plasmadas imágenes de los inicios de la colonia japonesa, que forman parte de una nostálgica colección. La casa, que ya es considerada un emblema desde su apertura en 2009, nos acerca a algunas construcciones importantes y rostros de japoneses pioneros, durante reuniones familiares, celebraciones sociales y otras actividades. El espacio cultural también reúne objetos personales, como cámaras fotográficas y utensilios médicos que pertenecieron al doctor Tanaka, que permiten acercanos más a esta cultura tan lejana y cercana a la vez.
La Colmena, que toma su nombre de la incansable laboriosidad de estos inmigrantes —similar a la de las abejas—, invita a los turistas de todas partes del país y, por qué no, del mundo a conocer su modo de vida. Una apasionada y visionaria cultura que, pese a lo estricta de su forma, permitió a los japoneses adoptar esta tierra como propia. O tal vez la tierra los adoptó a ellos.
..........................................................................
Festejos
En conmemoración del 80 aniversario de la Inmigración Japonesa en Paraguay, la Comisión Paraguayo Japonesa está desarrollando todo este año una serie de actividades que se extenderán hasta diciembre.
El domingo, La Colmena conmemoró el aniversario de fundación de la ciudad y la llegada del primer contingente japonés a esa zona del país. Para setiembre preparan una actividad denominada Ireisai-Shikiten, que incluirá exposiciones de fotografías, productos agrícolas y condecoraciones a la colectividad nikkei, que se realizará en la Conmebol.
Y la tercera gran actividad será Nihon Matsuri, prevista para el mes de octubre en el Jockey Club del Paraguay. Será un festival de cultura y gastronomía japonesa, de confraternidad entre la colectividad nikkei y paraguaya.
