Sobre esos cascotes y escombros el Niño Jesús no aparece en su tradicional imagen en pañales, sino con ‘kufiya’, el pañuelo palestino, junto a una vela siempre encendida. Las figuras en maderas de la Virgen María, San José, la vaca y el burro y los Reyes Mayos completan la escena, como en cualquier portal navideño en el mundo, pero sobre trozos de hormigón.
“Este año no estamos celebrando la Navidad en Belén”, explica, y se nota no lejos de su iglesia, con la basílica de la Natividad, donde nació Jesús, y sus alrededores vacíos de turistas, con muchas tiendas de recuerdos cerradas, cuando esta época es temporada alta para el turismo en esta ciudad palestina.
Para muchos “es imposible celebrarla con un genocidio ocurriendo en nuestro país”, lamenta el religioso sobre la guerra en Gaza, donde a diario crecen las víctimas.
Unos 19.000 muertos –de ellos más de 8.000 niños– y más de 51.000 heridos, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, controlado por el grupo islamista Hamás, contra el que se dirige la ofensiva israelí, aunque la mayoría de las víctimas son civiles.
La idea de un belén entre escombros surgió de ver las imágenes de “niños sacados bajo las ruinas” tras los bombardeos del Ejército de Israel, detalla el religioso, aún con la casulla puesta tras la eucaristía. “Es como si nuestros niños no importaran”, añade el religioso, pero “vemos a Jesús en cada niño”.
“Si Jesús naciera hoy nacería entre escombros”, sentencia, poco después de haber oficiado una misa con otro reverendo en esta iglesia junto a un mercado popular en la parte antigua de Belén.
Mensaje de paz. Isaac quiere que el mundo sepa que “así es como se ve la Navidad en Palestina” este año, lejos de las celebraciones, las luces, los regalos y todo lo que la suele rodear.
Esta vez la Navidad en esta ciudad de Cisjordania ocupada es, en vez de todo eso, algo triste, por “niños bajo las ruinas, familias desplazadas, casas destruidas” desde hace más de dos meses la Franja de Gaza.