<em>Por Blas Brítez</em> | britez@uhora.com.py
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_ Bonjour cumple 10 años. ¿Cómo lo ves después de una década?
--Era una época en que yo estaba tratando de llamar la atención. Era muy divertido publicar en Página 12, hacer ese experimento raro. Entonces, cualquier idea rara que se me ocurría, cualquier idea extraña, la metía. Me acuerdo que ponía dibujos lo más complejos posibles, para que me publicaran la tira más grande, y era como una pulseada con los editores. Pero me divertí mucho.
--¿No volviste a explorar esa veta más extrema?
--A Macanudo la veo como una tira más clásica; y Bonjour era más adolescente en ese sentido. Lo que pasa es que yo publico otras cosas: en (la revista) Hecho en Buenos Aires hay una historieta muy rara; en Fierro también a veces cuando publico; entonces ahí sale de nuevo el adolescente. Pero me gusta más la complejidad que encontré en Macanudo, a esa cosa así medio rimbombante de Bonjour.
--Leyendo los foros en internet sobre tu obra, uno encuentra gente que te ha seguido desde hace rato, que prefiere el periodo de Bonjour al de Macanudo...
--Con Bonjour hubiese sido divertido seguir un par de años más, pero se iba a poner repetitivo; el humor grotesco me gusta y me divierte mucho, pero tiene el peligro de ponerse aburrido muy rápido. Necesitás que tenga algo más de peso. Al ser una tira semanal, yo no podía desarrollar ideas más complejas, porque todo era siempre coyuntural. En La Nación puedo ir desarrollando una idea por ahí durante meses. Hay cosas que empecé sin saber a dónde iba, y después apareció la razón por la que existe ese personaje; y en Bonjour nunca se podía hacer eso.
--¿Se puede hacer crítica cultural, política, desde el humor en la Argentina?
--Mi historieta es como soy yo: si estoy bien, sale bien; si estoy mal, sale mal. A veces estás enojado con cosas que ves, y aparecen en la historieta. Lo que pasa es que muchas veces, cuando junto el material en los libros, cosas que son muy del momento quedan afuera. Hay un libro grandote que se llama Macanudo universal, en donde están esas más de coyuntura.
--Argentina es un país de grandes historietistas. Entre sus nombres más importantes, ¿cuáles sentís más cercanos?
--Quino, obviamente. Toda mi generación aprendió a leer con Mafalda. La influencia es absolutamente directa, está como en el disco rígido básico mío, antes de que me hubiera imaginado que iba a ser dibujante o cualquier cosa. Después tuve la suerte de conocer gente que yo admiro muchísimo, que por cómo se dio mi trabajo me iban poniendo enfrente. Yo me decía: "¡No lo puedo creer, me crucé con este señor!”. Así conocí al Negro (Roberto) Fontanarrosa, a Maitena. La verdad que en Argentina es constante la cantidad de gente que aparece, no sé bien por qué. Me parece que es como esa cosa que te parás en el hombro de los gigantes. Yo tengo una suerte enorme. En España me dieron bola, en un noventa por ciento, porque vinieron antes Maitena, Quino, Les Luthiers, las películas de Darín y Calamaro, qué sé yo. Igualmente, todos ellos funcionan afuera porque no tienen nada que ver entre sí.
--¿Tenés influencia de otros lenguajes artísticos?
--Yo pinto mucho. Pero como influencia, en Macanudo es todo, no es solamente historieta. Tengo la misma cantidad de influencia de Woody Allen o de Monty Python; de Salinger o de Quino; de Robert Crump o de Matt Groening. Vos metés ingredientes en la ensalada, después la mescolanza que hacés, tenés que pasarla por un filtro, por tu tamiz, y tiene que ser algo tuyo. Pero decir que vos sos X-Men para hacer la papa frita, me parece una falta de respeto o, por lo menos, sos muy desagradecido.
--¿Tenés algún nuevo proyecto en mente?
--Empezamos una editorial mi mujer y yo, para publicar historieta y novela gráfica. Ahora sacamos un libro de un español que se llama Juanjo Sáez. La idea es ir encontrando los materiales de novela gráfica que acá todavía no se publica mucho, pero afuera está muy desarrollado. Lo lindo sería que acá aparezcan los artistas, porque el talento siempre está. Lo que pasa es que nadie se sienta a dibujar trescientas páginas de historietas si pensás que las vas a tener guardadas en un cajón y no te las van a publicar.
La relación entre el cómic y el cine
--¿Cómo ves la relación directa que hay en los últimos años entre el cine y el cómic, tipo lo que hace Frank Miller?
--Por un lado está Hollywood, que está siempre como a la caza de ideas, y de un tiempo a acá se dieron cuenta: “Hay unos pibes acá que están dibujando historietas, que son buenísimos”. Y lo de Frank Miller, por ejemplo, derivó en peliculones como 300 o Sin city. Mucha gente subestimó durante años a la historieta, pensando que se trataba solo de superhéroes, humor y cosas para niños. Es como pensar que el cine es solo películas de Sylvester Stallone. Eso es una tontería. Decir historieta es como decir teatro o cine, hay todo allí. Es muy lindo cuando vas a Francia y hay negocios de cómics en donde compran no solo pibes de 20 años, sino también gente grande, abuelos, y cada uno se lleva el cómic que a esa persona le gusta. Por suerte se está abriendo eso a todo el mundo. Desde la historieta también se abrió mucho. Siempre hubo grandes historietistas a lo largo de la historia, pero se adaptaron a lo que había que hacer. Después Robert Crump se tomó unos ácidos y lo cambió todo (risas).