La solución presentada por el fiscal del caso, Krister Petersson, no es concluyente, no tiene pruebas nuevas y se basa en un análisis de testimonios y del controvertido papel de un testigo, señalado ya hace dos años por el periodista Thomas Pettersson en un premiado reportaje en la revista Filter.
El supuesto asesino es Stig Engström (el llamado “hombre de Skandia” por la aseguradora para la que trabajaba como publicista y que tenía su oficina cerca del lugar del crimen), incluido como testigo y protagonista en medios suecos en los días posteriores a los hechos.
“Hallamos a una persona que no cuadraba en la foto del crimen. Sus informaciones no se correspondían con las de otros testigos”, dijo el inspector Hans Melander en rueda de prensa digital.
EL “HOMBRE DE SKANDIA”. Lo único probado es que Engström, de 52 años, abandonó la oficina, donde se había quedado a trabajar hasta tarde, poco antes de que Palme fuese asesinado y que volvió veinte minutos después.
Palme había salido con su esposa Lisbet la noche del viernes 28 de febrero de 1986, sin escolta, a un céntrico cine de Estocolmo.
El “hombre de Skandia” dio declaraciones contradictorias a la policía: dijo haber sido uno de los primeros en llegar al lugar y haber hablado con Lisbet Palme, algo que nadie pudo confirmar, como tampoco sus movimientos o su contacto visual con el tirador.
Aunque nadie vio la cara del asesino que disparó por la espalda a Palme, las descripciones del sospechoso (gorra, abrigo oscuro, maletín) coinciden con las de la ropa que llevaba Engström.
“Sus propias explicaciones de lo que hizo en ese tiempo no cuadran con lo que dijeron otros. Todo apunta a que estaba en el lugar, pero en otro rol muy distinto del que quiso hacer creer”, dijo Krister Petersson en una comparecencia de más de dos horas.
El comportamiento “extraño” de Engström continuó en días posteriores con declaraciones a los medios en las que parece “burlarse” de la policía y jugar al despiste, según Petersson.
“Esto habría sido suficiente para un arresto y pasar a prisión preventiva, aunque no para una condena. Luego podríamos haber hecho análisis de la ropa, registros, etc., y construir un caso”, señaló el fiscal, que descartó que Engström formase parte de una conspiración.
Engström se movía en círculos contrarios a Palme, fue miembro de un club de tiro y tenía acceso a armas a través de un conocido: el “grupo Palme” (la unidad policial a cargo de la investigación) confiscó al menos un revólver para hacer una prueba balística.
Los informes iniciales de la policía incluyen a Engström como sospechoso, pero no fue citado para la reconstrucción posterior y desapareció de la investigación, algo “sorprendente” para el fiscal.
La proyección internacional de Palme multiplicó el número de posibles autores, entre ellos los servicios secretos sudafricanos, pero ni de esta ni de la teoría de una conspiración policial hay pruebas “concretas”, reiteró Melander.
Un tribunal condenó a cadena perpetua en 1989 al delincuente común Christer Pettersson, absuelto meses después por falta de pruebas al quedar invalidada la identificación de la viuda, que había recibido detalles físicos previamente de un policía.
Una voz crítica
Olof Palme dotó a Suecia de voz propia en la Guerra Fría, fue un gran apoyo del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela; y se sabe que, días antes de su muerte, agentes sudafricanos infiltrados asistieron en Estocolmo a una conferencia “antiapartheid”.
Fue un gran orador y un crítico feroz contra la guerra de Estados Unidos en Vietnam y la energía nuclear. Apoyó a los comunistas de Cuba y Nicaragua.