La dupla de cineastas más aclamada del país, Tana y Juanca, comparte mucho más que el amor por contar historias, tanto en la gran pantalla como en la tevé, y en las salas de teatro. Prueba de esto es su amistad que lleva vigente más de tres décadas.
“Él era amigo de mis hermanas mayores –tiene cuatro años más que yo–, y siempre venía a mi casa”, comienza relatando Tana Schémbori, quien entonces ya sentía admiración por el trabajo de Juan Carlos Maneglia que ya venía haciendo cortos.
“Yo me iba a la casa de Tana porque formaba parte del Coro del Grupo Juvenil y tenía entre 16 y 17 años. Ahí ya le veía a Tana”, cuenta Juan Carlos, o Juanca como le dicen cariñosamente.
Pero el inicio de su relación de amistad está indefectiblemente ligado a la labor detrás de las cámaras: “Comenzamos a trabajar juntos en 1990, cuando surgió la posibilidad de hacer una miniserie que se llamaba La disputa, que era con Sonia Marchewka y Alfredo Iglesias, bajo la dirección de Agustín Núñez y con guion de Hernán Jaeggi”, dice la actriz y realizadora de cine.
“Realmente, claro, donde le empecé a conocer, fue en Alta Producciones, ella hacía claquetas y yo hacía dirección de fotografía y edición”, agrega Juanca, que para entonces ya había ganado varios premios con sus primeros audiovisuales.
ADMIRACIÓN Y RESPETO
Aunque ambos no coincidían muchas veces a la hora de elegir una película juntos, ya que cuando se conocieron Tana se inclinaba más por las producciones norteamericanas, mientras que Juanca prefería el cine francés, cada uno hacía el esfuerzo por abrir su perspectiva hacia el otro; un pequeño sacrificio de ambas partes que forjó el respeto en la relación.
Hasta hoy, ambos realizadores se escuchan mutuamente: “De repente, me digo ¿qué es lo que propone Tana? Y hay veces que no me gusta, pero después veo que es superinteresante y es mucho mejor de lo que yo propuse. Eso es lo lindo”, afirma el cineasta, a lo que su dupla agrega: “Es un milagro hermoso poder coincidir y poder trabajar con él, y hallarnos, ¿verdad? Y es una renuncia también a los egos, porque el director es el que marca, el director es la cabeza”.
En 1995 realizaron juntos su primer corto: Artefacto de primera necesidad. “Él me puso como codirectora, pero yo no me considero codirectora de Artefacto, porque él hizo el guion, él hizo el storyboard, la idea, todo”, dice Tana, quien considera a su colega como su gran maestro.
A partir de allí vinieron cientos de trabajos más, y afortunadamente, en palabras de ambos, no tuvieron discusiones fuertes que los hayan distanciado. “Sí (hay discusiones), pero siempre son cortas, muchas veces nos peleamos, pero no fueron peleas ni largas ni densas, creo que hay mucha admiración; yo la admiro muchísimo a Tana, y hay mucho respeto”, confiesa Juanca.
Los amigos comparten la idea de que la ficción es un trabajo colectivo, y cuanto mejor sea la energía del equipo, mejores serán los resultados, y son ellos quienes deben ser los principales creadores de esa magia.
EN LAS BUENAS Y MALAS. Tana comparte que su compañero de ideas y aventuras es también su mejor confidente. “Él es padrino de mi hijo, de Bauti, es padrino de confirmación de mi marido, porque mi marido se confirmó tarde; nosotros compartimos muchas cosas”, confiesa, al agregar que la conexión entre ambos es tan fuerte que debe haber un momento en el día para charlar no solo del trabajo, sino también de las cuestiones personales.
También comparten la fe, pues ambos directores de Los buscadores mencionan que son devotos de la Virgen de María Auxiliadora.
Compartir los momentos duros de la vida es también parte de la amistad. Así lo fue cuando ocurrió una tragedia en la familia de Tana que quedó marcada a fuego en su memoria: “Fue cuando falleció Pepi, mi sobrinito, en el 98; él tenía 13, se accidentó con mi hermana y toda su familia. Y no me voy a olvidar nunca que íbamos juntos en una avioneta a buscar el cuerpo, de la mano. Creo que esa es una de las cosas más duras que pasamos a nivel personal”, afirma Tana.
ÉXITOS Y FRACASOS. El dúo sostiene también que atravesó por innumerables momentos difíciles a nivel laboral. “Muchos fracasos tuvimos”, aseguran.
Uno de los momentos de angustia que vivieron fue el robo del vehículo de Juan Carlos, donde tenía el guion de 7 cajas.
La asistente había llevado el auto para una hacer una locación de un comercial. “Yo nunca le vi a Juanca lagrimear”, cuenta ella.
Y no era para menos, ya que el guion comprometió meses y años de trabajo para su creador. Si bien este fue un revés importante para el proceso del primer largometraje de Maneglia-Schémbori, 7 cajas no dejó de marcar un antes y un después en la carrera cinematográfica de estos buenos amigos.
Dicen que en un futuro, muy lejano se ven lejos de las cámaras, pero cerca de su otro amor, el Taller Integral de Actuación (TIA), donde forman en el arte a cientos de niños y jóvenes.