17 nov. 2025

Superó la tristeza y se convirtió en un bálsamo espiritual

“Me siento extremadamente bendecida porque Dios me dio este don de poder ayudar”, reflexiona Graciela Modesto, gran luchadora y fundadora de la Fundación Asoleu.

Hace casi 30 años, un cuadro depresivo llevó a Graciela, de profesión notaria pública, a ver la vida con otros ojos. “Estaba pasando por una etapa que no me sentía completa, estaba depresiva”, contó.

En esa ocasión un sacerdote le pidió visitar el Hospital de Clínicas para que vea la realidad de otras personas.

“La verdad, al salir del hospital lo único que hice fue agradecerle a Dios por todo lo que tenía, lo hice llorando por todo lo que no me daba cuenta que tenía”, recalcó.

Visualizar la situación de las personas enfermas despertó en ella una vocación de servicio. Coincidentemente, el área de Oncohematología del Hospital de Clínicas se quedó sin apoyo y tras una propuesta decidió ayudar a los niños internados por leucemia. “Sin dudar acepté”, responde.

Manos a la obra. Asoleu nació como una asociación, fue conformada por seis mujeres soñadoras con actitud de servicio que con un capital inicial de G. 500.000 pusieron manos a la obra.

“Pusimos todo en manos de Dios, nos encomendamos a él y junto a María dirigieron nuestros pasos”, comentó.

Para Graciela, Asoleu es el reflejo de una vida de trabajo. “La primera actividad que hicimos fue la venta de empanadas, hacíamos mbeju en los San Juan, desfiles de moda, kermés, en todos los lugares donde nos invitaban estábamos presentes con la entonces asociación”.

El grupo de mujeres se esmeraba para recaudar fondos para así solventar las compras de medicamentos para los chicos enfermos.

“La gente que venía a pedirnos ayuda, venía del interior del país. Ya tenían encima el dolor de atravesar por la enfermedad y con la precariedad de medios económicos se les agravaba la situación”, rememoró.

Al frente de la entidad sin fines de lucro, Graciela junto a sus compañeras tuvieron que sortear varios momentos difíciles. La primera oficina de Asoleu trabajó dentro de su escribanía.

“Cedí un espacio, allí teníamos nuestras reuniones y todo lo referente a la asociación. La escribanía absorbía los gastos en cuanto a alquiler y los otros del local”, recordó.

Como primer proyecto se enfocaron en adquirir un local propio para instalar un albergue. Cuando ya contaron con un espacio, fueron nombrados como fundación.

“El problema principal fue cuando nos hicimos cargo de tratar de ayudar a la sala de los niños con leucemia, vivían en tres piecitas, era lo más triste que vi en mi vida, estos niños se manejaban entre cucarachas, ratones. Los padres dormían debajo de la cama de sus niños enfermos, entonces la primera compra de la asociación fue la de ocho sillas plegadizas, para que los padres por lo menos puedan descansar un poquito más cómodos al lado de sus hijos”, mencionó.

Las necesidades de Asoleu fueron acrecentándose por la cantidad de pedidos de ayuda que tenía.

“Durante muchísimos años hicimos el trabajo del Gobierno, después de mucho tiempo el Estado nos dio un rubro”, subrayó.

Al tiempo de agregar: “Y se ve la poca intervención y la poca empatía que tiene el Estado paraguayo con relación a estos niños. Nos costó mucho llegar a tener el presupuesto porque realmente es el que tiene que cubrir la salud de los niños y la fundación se hubiese abocado solo en la parte espiritual, social y sicológica, pero lastimosamente no se puede hacer en un cien por ciento, porque lo que nos da para la compra de medicamentos es ínfimo”, reclamó.

Además, comentó que ninguna de las personas que conforma la comisión directiva tiene un sueldo.

“Todas trabajamos ad honórem desde hace casi 30 años, la plata de Asoleu es para los niños, no para el consejo”, reafirmó.

Graciela recalca que el trabajo que hicieron a lo largo de estas tres décadas fue “a todo pulmón”. Y por la falta de fondos monetarios en algún momento tuvieron que pedir ayuda.

“Demasiado tengo por agradecer al señor Humberto Rubin; una vez recuerdo que fui a la radio Ñandutí llorando a pedir ayuda porque ya no teníamos más plata para comprar los medicamentos, y le dije: ‘cómo nosotros como fundación vamos a decir, este niño toma el remedio y el otro no, este niño vive y el otro no’. Humberto empezó con la campaña Todo bicho que camina va a parar al asador, y se adhirieron todos los periodistas. La prensa realmente fue el elemento fundamental que la fundación tuvo para poder conseguir los logros a lo que llegamos”, afirmó.

Apoyo incondicional. Graciela cuenta que Asoleu no solo se encarga de proveer de medicamentos a los niños enfermos con leucemia.

“También cubrimos mucho en la parte espiritual. Hacemos que los niños se bauticen, que hagan su primera comunión, también la parte sicológica, tratando de que el tiempo de vida de estas criaturas sea un tiempo de calidad, no solamente con calidad física, también con calidad espiritual”, dijo.

La mujer está convencida de que ella es solo un instrumento de Dios para poder ayudar a los niños enfermos y a sus familias.

“Considero que todos los que conformamos la fundación Asoleu somos instrumentos del Señor para poder ayudarles a estos chicos y a sus familias, que están desprotegidas”, mencionó.

Actualmente Asoleu atiende a niños de 0 a 18 años, posee un albergue modelo de aproximadamente 15 habitaciones con baños, donde acuden los padres con sus hijos para realizar los tratamientos ambulatorios. Además llevan adelante otros proyectos de apoyo a los chicos que recibieron el alta médica.

“Es muy gratificante ver a través de los años un poco el trabajo, cómo empezó y lo que somos ahora”, dijo orgullosa.

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