06 ago. 2025

Se burlaron de ella cuando dijo que iba a ser abogada

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Resiliencia. Ninguna necesidad la privó de soñar en grande.

RENÉ GONZÁLEZ MARTÍNEZ

Creció en un humilde hogar al abrigo de su madre, quien había de criarla sola junto con sus hermanitas más pequeñas que ella. Cuando nació, su progenitor las abandonó. Mientras su madre lavaba ropa ajena, pasaba la mayor parte del día con su abuela, analfabeta y de escasos recursos.

Su mamá solo hizo hasta el cuarto grado de la primaria y se repartía entre la chacra de su abuela y la lavandería ocasional para generar unas monedas. Como que era la mayor de las hijas, estaba marcada a seguir los pasos de su madre, cual condena del destino, escrita con letras invisibles en la puerta de su hogar.

Cuando cumplió seis años de edad la enviaron a vivir con su madrina que residía cerca de la casa de la abuela. Eso fue cuando su madre viajó a la ciudad de Asunción para trabajar como empleada doméstica. Sus hermanitas quedaron al cuidado de su abuela.

A los siete años, empezó a realizar los quehaceres hogareños. Con sus pequeñas manos lavaba los cubiertos, luego de cada sentada familiar. Después, continuaba con la limpieza de la casa y cuidaba de los niños pequeños. Así fue hasta los 16 años de edad.

Ya adolescente, viajó a la capital donde estaba su madre con la esperanza de estudiar y trabajar. Entusiasmo para salir adelante era lo que menos le faltaba, ya que a esa altura de la vida, trabajar era lo que menos le espantaba. Hasta se acostumbró al peyorativo mote que le habían endilgado desde pequeña: “La criada”.

Así comienza la historia de una destacada abogada cordillerana, compartida por René González Martínez, corresponsal de ÚH en Caacupé, en ocasión del Día de los Abogados, el pasado 1 de agosto. Se llama Rosy Pérez, sobrevivió al barro de la pobreza en su infancia y nunca perdió la fe en ser alguien más en la vida y sobresalir como profesional del Derecho.

FRENTE EN ALTO. Cuando llegó a la capital del país, lo hizo cargando su poca ropa en una bolsita de hule. Recuerda que doblaba hojas de diario alrededor de la bolsa para que nadie notara lo que llevaba.

En Asunción, también vivió en casa de unos familiares lejanos pero cercanos de corazón. La recibieron con los brazos abiertos y, pese a que se dedicó a cuidar a los niños de esa casa, completó la secundaria. Una profesora suya –recuerda– tenía por costumbre preguntar a sus alumnos qué deseaban ser de grandes. Ella siempre respondía: “Quiero ser modelo y abogada” y “todos se reían y otros se burlaban de mí”. Una criada tenía poca o nula posibilidad de estudiar una carrera universitaria y más aún proviniendo de una familia extremadamente pobre.

Pero Rosy tenía lo suyo. Además de no temerle al trabajo duro ni al estudio, su apariencia física no pasaba desapercibida. Tanto así que la eligieron reina de su curso cuando estaba en el cuarto año del bachiller y se hizo con la corona del Colegio Juan León Mallorquín de Sajonia.

Todo eso le abrió la esperanza de cumplir su sueño de ser modelo. Sacó a relucir su larga cabellera rubia que caía sobre sus hombros a veces como promotora de farmacéuticas y otras como vendedora. Trabajaba hasta la noche en varias ocasiones. Así y todo culminó la secundaria.

TRIUNFO PERSONAL. Rosy se convirtió en una prestigiosa profesional del Derecho en Cordillera. Es abogada litigante y reconocida por su capacidad, fue elegida presidenta del Colegio de Abogados de Cordillera que cuenta con casi 400 integrantes.

Su historia es un ejemplo de que con determinación y trabajo duro, cualquier persona puede superar los obstáculos y alcanzar sus metas. También, su testimonio de vida, es un recordatorio de que nunca es demasiado tarde para perseguir sueños y que la superación personal es posible con dedicación y esfuerzo. Su legado es un mensaje de esperanza a todas las personas que se sienten marginadas para que sepan que pueden cambiar sus vidas y alcanzar sus metas.

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