18 feb. 2025

Rostros en la sala de Urgencias

Por un mes. Se resentirá la atención en servicios del hospital escuela en San Lorenzo.

Por un mes. Se resentirá la atención en servicios del hospital escuela en San Lorenzo.

Lunes a la mañana. Intenso movimiento en el Hospital de Clínicas de San Lorenzo. Tras aguardar en la sala de espera, con los asientos totalmente destrozados, llega el momento de ingresar al sector de Urgencias. La tarea parecía sencilla: buscar a una persona, con nombre y apellido bien precisos, y realizar los trámites requeridos para los análisis y estudios que se necesitaban; cubrir los pedidos de medicamentos y alimentos, entre otros menesteres.

Al superar la descolorida y maltratada puerta central, el panorama cambió de tono. El espacio equipado para acoger como máximo unas 15 camas, estaba ocupado por muchos más pacientes, ubicados en sillas y sillones, recibiendo un tratamiento de urgencia. Allí se encontraban tanto el que tenía una herida infectada de gravedad hasta aquel que había sido operado de un tumor semanas atrás; estos últimos aguardando la liberación de alguna sala para la respectiva internación.

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La situación era algo confusa. La organización en el sitio era prácticamente nula. Nadie sabía dónde estaba el paciente a quien debía asistir. Las sillas no tenían ningún número o identificación, y tampoco algún personal registró la ubicación de los pacientes ingresados y que figuraban en planilla. “Tenés que buscarle a tu paciente, señor”, fue la respuesta dada por la enfermera, casi de manera indiferente, sin siquiera levantar la mirada. “Habrá sido una noche de guardia pesada, y esta pobre mujer ya tiene la paciencia destruida”, uno piensa, intentando comprender la situación.

Después de un recorrido ubico a la persona. Y comienza el siguiente desafío: saber quién es el médico tratante. Pregunto a uno, luego a otro, y así, hasta que en medio de la indiferencia casi “natural” del lugar, y ya preocupado, una joven doctora se acerca, pregunta y atiende; me entrega las recetas e indica qué hacer. Era diferente a todos los demás.

Seguidamente, y sin pedirlo, una amable muchacha venida de Canindeyú, que cuidaba a su padre trabajador de la tierra y escuchó la conversación, se toma la molestia de explicar dónde se realiza el trámite de manera más rápida y cómo llegar hasta el lugar. Quedo sorprendido. Dos rostros en medio de la confusión allanaron el camino.

Por ello, está claro que aprender a mirar al otro no como una carga sino como un bien será siempre la posibilidad de construir un país mejor. En Urgencias de este centro hospitalario no solo falta alguien que organice el desorden que provoca la sobrecarga de pacientes; también urge una educación que invite a reconocer en el semejante esa necesidad que nos hace iguales.

En este sentido, vale aprender a mirar a quien está a nuestro lado, valorando su presencia y el instante de compartir que se tenga. Suena romántico, pero al final es lo más concreto y contundente que existió en ese momento para generar un cambio. Más allá de las teorizaciones sobre el funcionamiento del sistema público de salud, que, sin dudas requiere de cambios, estas personas marcaron la diferencia y encaminaron un proceso. Luces titilantes en medio de la neblina.

“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”, había afirmado, con la sabiduría de la experiencia, la Madre Teresa. Y es así. Solo bastaron dos rostros, que miraron con atención al semejante, para disipar la incertidumbre y el desconcierto del momento. Recordar que el otro tiene la misma necesidad que yo; reclama ser respetado y mirado dignamente, igual que yo, puede suscitar transformaciones inesperadas en cualquier sitio. Una sociedad no se construye desde un individualismo exasperado, disfrazado de autosuficiencia exitosa; ni tampoco, como lo expuso el rector de la Universidad de San Dámaso, Javier Prades, en la apertura del Meeting de Rimini, hablando sobre un fenómeno actual, con “un individualismo en soledad, incapaz de vínculos estables, de pertenecer a alguien y de generar un bien duradero, para sí mismo y los demás”.