Hay consenso generalizado, empezando por las máximas autoridades hasta la mayoría de padres de familia, en reconocer que la educación nacional está en profunda crisis por su baja calidad y necesita un replanteamiento radical, porque la educación vigente no responde a las exigencias actuales de la educación del siglo XXI.
En mi opinión, el error más grave de este desajuste es estar confundiendo la educación con la enseñanza. Enseñanza es transferir conocimientos, lo cual es una estrategia importante y necesaria en la educación, pero no es educar. Educar es ayudar a los educandos para que logren el desarrollo humano integrado y progresivo. Ese desarrollo supone apoyar a cada educando a lograr el máximo desarrollo posible de sus cuatro dimensiones esenciales, que lo constituyen como ser humano, como persona constituyente y todas sus potencialidades. La educación parte de la realidad del educando para que el mismo crezca en las capacidades de todas sus dimensiones. Lo definitivo en la educación es el desarrollo humano, que no se logra solo con adquisición de conocimientos.
Nacemos extremadamente subdesarrollados. Y solamente podemos y logramos salir de ese estado de invalidez e impotencia, gracias al amor y el proceso de educación que nos regalan incondicionalmente la madre y el padre.
Al nacer, la criatura trae en germen en su pequeño ser un sinfín de potencialidades, disponibles para ser desarrolladas.
El desarrollo humano es un proceso personalizado de crecimiento y maduración de las cuatro dimensiones esenciales que constituyen al ser humano como tal: La biológica corporal, la psicológica, la social y la espiritual natural (que tenemos todos los humanos) y la religiosa (que tenemos los que creemos en Dios).
El desarrollo de las potencialidades de las dimensiones esenciales significa el desarrollo de todos los componentes de cada dimensión. Y teniendo en cuenta que todos los componentes de la persona son partes de un sistema integral, y por tanto todas ellas relacionadas e interinfluyentes entre sí, el desarrollo personal, también debe ser integral.
El desarrollo humano integral implica la conjunción de muchos factores, pero la responsabilidad orgánica y la conducción de todo el proceso del desarrollo humano corresponde básicamente y en primerísimo lugar a los padres. Y así lo reconoce y dispone el artículo 71 de la ley Código de la Niñez, diciendo que es derecho y obligación de los padres dirigir el proceso educativo de los hijos.
La pedagogía y el derecho, reflejados explícitamente en nuestra Constitución Nacional y las leyes, organizan la educación para el desarrollo humano integral distinguiendo y promoviendo, además de la educación familiar, la educación formal académica, otras modalidades de educación no formal y la educación refleja y la educación permanente.
En el imaginario social todavía prevalece la imagen y la idea de que la educación y el desarrollo son servicios para niños, aún no se ha logrado en el imaginario social la convicción de que, dada la aceleración de los cambios, que provocan la investigación y descubrimientos científicos y tecnológicos, las globalizaciones, el nomadismo moderno, etcétera, todos, de todas las edades, estamos necesitando cada día aprender nuevos conocimientos y adquirir nuevas competencias.
Nuestra educación nacional, nuestro sistema educativo y los procesos educativos se han quedado en la cuneta de la historia con diseños curriculares de mediados del siglo pasado, sin educación integral ni permanente, al margen del Estado de derecho, ignorando artículos de la Constitución y las leyes.