Irán era entonces un gran suministrador de petróleo a Israel, lo que resultó crucial en un periodo de encarecimiento del crudo, y también fue un estrecho aliado político y militar.
CHIÍTAS AL PODER. Sin embargo, tras el triunfo de la revolución islámica de 1979 que derrocó al Sha, el nuevo régimen liderado por el fundador de la República Islámica de Irán, el ayatolá Ruholá Jomeini, rompió relaciones con Israel, se alineó de forma incondicional al lado del pueblo palestino y convirtió la Embajada israelí en Teherán en la sede diplomática de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Jomeini, de la rama chiíta del islam, condenó cualquier tendencia de occidentalización en Irán e impuso un régimen islámico de total rigidez.
Aunque hubo algún intento de acercamiento iraní bajo el mandato del moderado Mohamed Jatami (1997-2005), la llegada de su sustituto, el ultraconsevador Mahmud Ahmadineyad, convirtió las diferencias en irreconciliables. El régimen iraní manifestaba abiertamente que uno de sus principales objetivos era la destrucción de Israel.
APOYO A GRUPOS TERROISTAS. Otro foco de tensión es el programa nuclear iraní, pero también el apoyo a organizaciones islámicas consideradas como terroristas por Gobiernos occidentales, como el grupo libanés Hizbulá, el movimiento palestino Hamás o los rebeldes hutíes del Yemen. Antes de la actual guerra, uno de los momentos de mayor tensión se produjo en octubre pasado. Un día después de la incursión terrestre de Israel en el Líbano, país aliado de Teherán, Irán lanzó un ataque sobre Israel con casi dos centenares de misiles. La respuesta israelí llegó el 26 de octubre con bombardeos contra instalaciones militares iraníes.