Como muestra de esta falta de entusiasmo general, ninguno de los grandes dirigentes occidentales se desplazó ayer a Berlín. En la memoria quedan la celebración de hace 10 años, cuando líderes de todo el mundo, incluidas las 4 fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial, se dieron cita ante la Puerta de Brandeburgo en Berlín para derribar un falso muro erigido para la conmemoración de los 20 años del fin de la Cortina de Hierro.
El mensaje en aquel momento fue claro: las murallas y las divisiones son cosas del pasado. Diez años después, el ambiente es diferente.
El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, dejó Alemania el viernes después de dos días de visita y el presidente francés, Emmanuel Macron, llegará a Berlín hoy domingo para una cena con la canciller Ángela Merkel y el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier.
El presidente francés echó leña al fuego diciendo que la OTAN estaba en un estado de “muerte cerebral” y lamentando la falta de coordinación entre EEUU, los socios de la OTAN, y Turquía, miembro de la Alianza, que lanzó recientemente una ofensiva militar en el norte de Siria.
Merkel abandonó el tono diplomático al que acostumbró a la opinión pública diciendo que no compartía esta visión radical y estos juicios de valor inoportunos de Macron.
El ex líder soviético Mijaíl Gorbachov dijo en una entrevista publicada ayer por la revista Spiegel, que tras el final de la Guerra Fría los líderes fallaron en su misión de crear una nueva arquitectura moderna y segura, especialmente en Europa.
“Como resultado, surgieron nuevas divisiones y la expansión de la OTAN hacia el este desplazó esas divisiones hasta la frontera rusa”. A las divisiones que se sienten entre los aliados del fin de la Guerra Fría, se suma un ambiente geopolítico enrarecido.
En Berlín, Pompeo instó a los países occidentales a defender lo que tan duramente se conquistó en 1989 y a tomar conciencia de que se vive una carrera de defensa de los valores contra las naciones no libres, señalando a China y Rusia.
La presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tampoco se quedó atrás al pedir que se observe con atención a Pekín y Moscú. La dirigente admitió que en 1989 hubo una cierta ingenuidad, cuando el mundo creyó a pies juntillas que la victoria de las democracias liberales no podría detenerse.
Pese a este contexto sombrío, los berlineses celebrarán la caída del Muro que dividió su ciudad durante más de 28 años, hasta el 9 de noviembre de 1989.
Las fisuras políticas y económicas entre el Este y el Oeste, más rico, siguen estando omnipresentes y se dejan sentir por ejemplo con el avance en el Este de la extrema derecha representada por la formación Alternativa por Alemania (AFD).