Por Carlos Elbo Morales / Fotos: Javier Valdez
Explosiva, frontal y luchadora. Estas son las tres palabras que podrían definir a la abogada Kattya González (38), quien ha ganado notoriedad en los últimos años con las manifestaciones que encabeza, denunciando la corrupción en las instituciones públicas, acercando pruebas de casos grosos a la Fiscalía o a través de sus videos, que se viralizan a la velocidad de la luz. Esta actitud le ha valido la adhesión de una buena parte de la ciudadanía y, por supuesto, el rechazo de quienes defienden el statu quo.
Kattya encabeza la Coordinadora de Abogados del Paraguay, una organización cuya directiva está conformada por 25 miembros y varios adherentes alrededor del país. La lucha contra la corrupción es una de las premisas que figuran en el estatuto de esta agrupación, que además del trabajo con colegas —sobre todo jóvenes—, se dedica a asesorar a instituciones de la sociedad civil en las acciones legales contra los ilícitos en las entidades públicas.
¿Es la abogada una persona vehemente de por sí? Ella señala que la exposición pública forma parte de una estrategia de acción de la Coordinadora. Pero también forma parte de su personalidad. “Soy una persona con mucho ímpetu y vigor. Siempre pongo mucha pasión y corazón a todo lo que digo. La gente dice de mí: ‘Ella es alterada’. En realidad no es así. Quienes terminan conociéndome saben que yo hablo así, con vehemencia. Me expreso de esa manera en la alegría, la tristeza, el dolor o la frustración. Pero eso no significa que yo sea una histérica, una persona desequilibrada que no sea capaz de reír, de sentir y de enternecerse también”, señala.
La lucha
Larga es la lista de hechos ilícitos que González y sus compañeros han seguido y llevado hasta la Fiscalía. Uno de los casos más renombrados en los últimos meses, y cuya repercusión continúa, es el que involucra a las autoridades de la Universidad Nacional de Asunción. Para realizar la denuncia, los miembros de la Coordinadora tuvieron como base las investigaciones realizadas por el diario Última Hora.
Hace unas semanas, se viralizó un video en el cual Kattya denunciaba el nepotismo y clientelismo en el Tribunal Supremo de Justicia Electoral (TSJE). La vehemencia de la presidenta de la Coordinadora de Abogados del Paraguay se hace presente cuando deja ver el grado de indignación que despierta la corrupción. Asco es la palabra con la que grafica el hecho de que un funcionario ubique a sus amantes y parentela en las instituciones públicas y luego haga ostentación en las redes sociales. Kattya resalta que la ciudadanía ya ha perdido el miedo y que es necesario hablar de esperanza en estos tiempos en que todo parece tan oscuro.
—¿Por qué el país llegó a este nivel actual de corrupción?
—Hay una serie de factores que contribuyeron a que se consolidaran las mafias dentro de las instituciones públicas, por ejemplo, la falta de control de cómo se financian las campañas políticas, además del hecho de que se haya permitido que un sujeto compre un partido y que de no votar nunca se pase a interesar por la vida democrática de un país. Eso me parece grave. Hoy estamos tocando fondo como país, como democracia. No hay otra opción que comenzar a flotar.
—¿Te referís al presidente Cartes?
—Sacá tus propias conclusiones.
—¿Qué reivindican desde la Coordinadora?
—A este sistema de opresión hay una conciencia que se le opone y que está en consonancia con el artículo 138 de la Constitución Nacional, que dice que tenemos derecho a resistir los actos ilegítimos de las autoridades. Ese es el derecho que hoy estamos reivindicando. Tenemos que realizar un cambio cultural. Con quienes están hoy en el poder y el funcionamiento actual de los partidos tradicionales es imposible cambiar. Hay que empezar a trabajar por fuera de esas estructuras, con personas genuinas y movimientos de ciudadanos, para decir que es posible un país diferente.
—¿Cómo se transmiten las ganas de cambiar?
—No existe la fórmula mágica. Desde la Coordinadora estamos haciendo camino al andar, todos los días inventando una nueva quijotada para seguir adelante. Acá no hay mesías ni salvadores. Los paraguayos ya probamos de todo y no existe tal cosa. No habrá un salvador o una salvadora que pueda hacer lo que uno debe hacer. El cambio empieza desde adentro, con los jóvenes que empiecen a generar nuevas propuestas y a involucrarse en política.
—¿Cuál sería tu recomendación?
—Es importante la alfabetización en democracia. Que cada uno en la mesa de domingo o en una reunión pueda hablar, leer y debatir. No debemos vivir solamente esa existencia individual y ser felices entre cuatro paredes. Es empezar a construir eso que llamo la felicidad colectiva. Dedicar un poquito de nuestras 24 horas a construir esa sociedad que queremos. Por eso es fantástico que los chicos de secundaria hayan pedido una Constitución de bolsillo en el kit escolar. Se dan cuenta de que salen sin armas para combatir a esta dictadura disfrazada de democracia.
En la arena
Kattya González se ubica dentro de la corriente política de la socialdemocracia. En 2010 se postuló para intendente de Villa Elisa por el Partido Patria Querida, obteniendo un 5% de los votos. Antes de esta candidatura, fue concejal municipal en esa ciudad. “En las votaciones de la Junta perdía 11 a 1", rememora. Además de los cargos electivos, su nombre figuraba en la lista del futuro reemplazante del defensor del Pueblo. “Los de la Coordinadora entramos —aclara— para demostrar esa fantochada y que todo se estaba cocinando entre cuatro paredes”. Hablando del contexto de elecciones, Kattya da su punto de vista sobre los recientes comicios municipales.
—Vos te declarás socialdemócrata, ¿se podría decir que Patria Querida está en esta línea?
—No está en esa línea. Según sus estatutos, es de centroderecha.
—¿Vos ya eras de centroizquierda cuando estuviste en Patria Querida?
—Desde hace rato que tengo una ideología de marcado contenido social. Ingresé a Patria Querida porque era un tercer espacio, una alternativa que se mostraba interesante, pero que finalmente terminó siendo más de lo mismo, al no respetar un pensamiento diferente. En un momento hizo bien las cosas. Me hizo salir la intolerancia al pensamiento diferente. No había posibilidad de disentir en nada.
—¿Qué te parecieron las elecciones del 15 de noviembre?
—La palabra que define a las elecciones, en la mayoría de los municipios, es hartazgo. A pesar de la baja participación, el resultado dejó un mensaje de la sociedad a la clase política dominante: basta de proyectos autoritarios, de dictadura disfrazada de democracia, fanatismos sin sentido y robos descarados para beneficio de minorías privilegiadas. Ojalá los ganadores sepan dar lectura de lo acontecido. En muchos lugares no se votó precisamente a favor del candidato que resultó electo, se votó en contra de la prepotencia y de la soberbia. En especial de un presidente de la República mareado por la resaca de un pensamiento autoritario y una brutalidad insultante.
—¿Los resultados despiertan esperanza para el futuro del país?
—Sin lugar a dudas, esperanza es una palabra que surge del resultado de las elecciones. Las personas demostraron que sus votos son suyos. No fueron de un líder o caudillo que intentó apropiarse indebidamente de la voluntad popular. Creo que este es el camino que debemos afianzar para el 2018, construyendo alternativas electorales válidas. En muchos lugares se castigó; es decir, no ganó precisamente un proyecto renovador y ciudadano. Ese será el desafío verdadero.
—¿Despertó la ciudadanía?
—La gente está cambiando, en especial los jóvenes, y eso es bueno. Creo que estamos iniciando un proceso de cambios profundos que marcarán un antes y un después. Este despertar no es solo electoral, y eso es más bueno aun. Se respira un ambiente diferente y existe como un “pacto tácito” de quienes creemos en un Paraguay con mayor justicia social. Estamos hartos de la corrupción e impunidad y ya no nos vamos a callar.
—¿Te gusta la idea de postularte a la presidencia para el 2018?
—Es un sueño que no me quita el sueño. Ni aún. Podría ser. ¿Por qué no? Estamos en el momento de la mujer.
—¿Con qué partido irías?
—Creo que la figura de la concertacion es la única salida, es difícil prescindir de la figura de los partidos tradicionales. Pero no debe ser solamente una opción electoral, sino programática, en base a algunas líneas de gobierno.
El precio
Jugarse por una causa tiene su costo. La abogada, mejor egresada de su promoción en la Universidad Católica, cuenta que ha perdido amigos debido a su posición política. También publicaron sus datos personales en el sitio web de la Corte Suprema de Justicia, siendo ella profesional del ámbito privado. En ocasiones rayaron su vehículo, le pincharon las ruedas y hasta la sumariaron con intención de quitarle la matrícula, lo que finalmente no ocurrió. Revela además que recibió amenazas de muerte vía mensajes de texto enviados por la web. “Nadie muere en su víspera, amigo”, dice con tranquilidad.
—¿Qué decís de la gente que te baja la caña y te putea en las redes?
—Aunque no parezca, tengo buen humor. Me divierte muchísimo cuando dicen: ‘Mirá, esa chica no liga luego’. También tengo que decirlo: dispongo de muy poco tiempo para leer las redes. A veces leo aleatoriamente cada comentario o me pasa mi familia. Me divierte mucho casi todo. Algunas cosas que tocan la honestidad me molestan, cuando dicen que recibimos dinero de tal o cual parte. Nuestra honestidad es lo único que tenemos, los de la Coordinadora, y es nuestro patrimonio.
Fuera de cámara
Al ver las energías que tiene la referente de los abogados organizados, es inevitable preguntarle si es hiperactiva. “Soy superhiperactiva”, refuerza, sin dejar dudas, con su día que se inicia a las 5.30 y se distribuye entre las actividades del estudio jurídico y de la Coordinadora. A ella le suma su rol como docente en la Católica, donde tiene la cátedra de Derecho Agrario: “Una materia bellísima que nadie quiere enseñar”, subraya. En el postgrado da clases de Derecho Laboral. La máquina de actividades de Kattya González se apaga alrededor de las 00.00.
Madre de Nicolás (16) y Alejandro (8), cuenta que su lugar en el mundo es una terracita en su casa. En este sitio se distiende contemplando los 150 bonsáis de su esposo, Luis Casco, de profesión visitador médico (48). "Él es totalmente opuesto a mí. Es quien suele llevarme el mate a la cama cada mañana cuando veo las noticias y se encarga de bajarme de las nubes cuando mis ideales están allá, bien alto”, describe. Kattya revela además que escribe cuentos cortos, gusta de la literatura latinoamericana y el Nuevo Cancionero, y que dejó de ejecutar la guitarra hace tiempo. “Esa veta artística se trasladó a mis hijos, que tocan una maravilla”, manifiesta.
—En el futuro, ¿cómo te describirías?
—No sé, qué querés que diga, ¿mi epitafio? (risas)
—No, no pensando en un epitafio...
—No sé. A mí me gusta que la gente me defina. No es porque no sepa qué soy, ni lo que considere de mí misma. Prefiero que se escriba esa historia sin mi intervención. Que me cataloguen, califiquen y digan lo que piensen de mí. Me basta con que mi familia y mis hijos hayan sido tocados y marcados por mis ideas. Si eso logré, no habré vivido en vano.
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Los herederos
Kattya González revela que sus hijos están al tanto de sus actividades y la apoyan en todo lo que hace. Al menor, Alejandro, no lo deja activar en redes sociales. El mayor, en cambio, es su compañero de lucha. "Él siempre me acompaña, está aconsejándome, aportando ideas. Me conoce tanto, que no le afectan las críticas negativas”, refiere. Cuenta además que ambos chicos, especialmente el mayor, quieren seguir su misma carrera. “Pero yo no quiero. Se sufre mucho en esta profesión”, se sincera.
En nombre de los padres
En la familia de Kattya, lo de soñar con un país diferente es una convicción entre todos los integrantes. Tanto sus hermanos como sus progenitores, el abogado Marcial González Safstrand y la escribana Zully Cristina Villanueva, vivieron en carne propia el terror de la dictadura stronista. Su padre estuvo varias veces preso y en ocasiones la familia no sabía de su paradero. “Recuerdo que mamá nos decía que no teníamos que llorar. Nosotros (los hijos) nos escondíamos debajo de la cama y llorábamos muchas veces porque no sabíamos dónde estaba nuestro papá", relata Kattya al rememorar los horrores de aquellos días.