Los mandatarios hacen lo que les da la regalada gana; o lo que les mandan hacer aquellos que mandan sobre ellos, que no somos precisamente nosotros.
Sirva esta larga perorata para cuestionar la presencia del funesto ex presidente argentino Mauricio Macri en Asunción, quien vino a reunirse con el ex presidente paraguayo Horacio Cartes.
Llegó ayer cerca del mediodía, bajó del avión privado y, apenas puso pie sobre suelo paraguayo, Cartes le dio un gran abrazo republicano y hasta hubo apretones de mano.
Uno ya no sabe si reír o si llorar.
Se declaró so’o la cuarentena.
Mientras el pueblo paraguayo se bancó durante más de cien días el encierro, la pérdida de puestos de trabajo, el temor, la incertidumbre, el cierre de fronteras, la cuarentena obligatoria, los albergues en cuarteles y la cuarentena obligada en hoteles que cada uno tuvo que pagar.
Mientras soportamos todo esto con estoicismo, porque la raza paraguaya es vencer o morir; y se inflan nuestros pechos cuando patrióticos cantamos: “Na tahupimi mano a la visera ha tambojoja che mbarakami. Amongaraívo Nanawa trinchera taropurahéi 13 Tuyuti…”.
Mientras nosotros apenas podemos dormir por el estrés, la preocupación y la ansiedad por el incierto futuro de la humanidad, vienen un par de pelotudos a devolvernos a la cruda y triste realidad; y a contarnos quién manda aquí.
El ministro asesor de Asuntos Internacionales, Federico González, informó que la visita del ex presidente argentino se da bajo un protocolo especial, autorizado por el Consejo de Defensa Nacional (Codena). Que el ex mandatario argentino presentó una prueba negativa de Covid-19 –realizada en los últimos siete días– para ingresar al país y debió cumplir con los protocolos de prevención.
Las fronteras están cerradas solo para algunos. Están cerradas especialmente para los paraguayos pobres y trabajadores, que deben esperar meses enteros para poder regresar a su tierra, y que cuando llegan se encierran en un cuartel por dos semanas antes de poder volver a ver a la familia.
Pero las fronteras se abren mágicamente para los amigos, y para ellos se apuran hasta para cambiar el protocolo.
Macri no vino a regalarnos respiradores, hisopos o mascarillas. Algo gordo se traen entre manos, algo que no se pudo hablar vía Zoom.
Macri pudo venir a visitar a Cartes y Mario Abdo en su carácter de presidente de la Fundación FIFA; organismo que tiene “la misión de incentivar un cambio social positivo y reconstruir infraestructuras deportivas dañadas alrededor del mundo”. Muy importante...
El artículo 46 de la Constitución Nacional es una mentira.
Eso de que “todos los habitantes de la República son iguales en dignidad y derechos”, y eso de que “no se admiten discriminaciones en el Paraguay” es puro humo.
Habemus paraguayos y paraguayas de segunda categoría.
Los que si violamos la cuarentena somos humillados y después procesados por la Fiscalía General del Estado; los que si hacemos una boda berreta somos procesados y escrachados; somos los que robamos pomelos de la casa del vecino y por ello podemos ir a parar a Tacumbú.
Y están los ciudadanos de primera, con todos los derechos para ellos solos. Uno de esos es Horacio Cartes, el que metió a Mauricio Macri de contrabando al Paraguay.
Solo espero que todos aquellos paraguayos de segunda que volvieron desde São Paulo y pasaron semanas enteras en medio del Puente de la Amistad, a la intemperie y a la espera de que les dejaran entrar a su propio país, no se olviden tan pronto y un día de estos le pasen la factura a quien corresponde.