El año 2024 se viene preocupante para la calidad de vida de la población. Si bien se esperan buenos resultados a nivel macroeconómico, sabemos que sus efectos multiplicadores en el desarrollo fueron mínimos, incluso con un crecimiento superior al proyectado para el año que viene.
Un aumento del producto interno bruto (PIB) del 4% tiene pocos efectos en los ingresos laborales y, por lo tanto, en la reducción de la pobreza monetaria y en la calidad de vida de los hogares. Gran parte ya están endeudados, lo que limita, aún más, la expectación o cualquier esperanza de mejora.
Las lluvias de estas últimas semanas dan cuenta de la agudización de las consecuencias negativas de las crisis climáticas en vidas humanas y pérdidas económicas con efectos en el corto y largo plazo. La muerte de personas trae consigo consecuencias irreparables tanto afectivamente como por su rol de apoyo al bienestar económico de sus hogares, a lo que se agrega la pérdida de cultivos, viviendas, activos, electrodomésticos acumulados a lo largo de toda la vida. Estas consecuencias económicas son inconmensurables.
Situaciones como estas que se agregan al rezago que tiene Paraguay, con respecto a la mayoría de los países de América Latina, requieren un importante esfuerzo por parte del Estado para cerrar las brechas regionales y, sobre todo, mejorar la capacidad productiva y las condiciones de vida en el país y mitigar y adaptarse al cambio climático.
El presupuesto es el instrumento por excelencia para asignar recursos a las políticas, planes y programas públicos, por lo que debe ser capaz de garantizar un financiamiento eficiente y eficaz en las intervenciones estatales.
El presupuesto de gastos no parece haber verificado cambios sustanciales. Se mantienen los problemas relacionados con las remuneraciones, con transformar estructuralmente los servicios de salud, educación, transporte público, apoyo a la producción de alimentos, entre otros ámbitos de la política pública que afectan de manera directa al bienestar de las personas.
Por el lado del presupuesto de ingresos, sabemos que los altos niveles de evasión y elusión reducen las recaudaciones y limitan la disponibilidad de recursos; sin embargo, tampoco se han escuchado acciones estructurales para cambiar la situación, a pesar de la situación crítica de la deuda para los próximos años. La deuda debe pagarse sin que ella signifique austeridad para la población.
Desde esta perspectiva, el panorama fiscal no es muy alentador para el próximo año. Al parecer, se mantienen todos los problemas heredados de años anteriores y si la actual gestión quisiera implementar cambios importantes en las políticas, el presupuesto requerirá reprogramaciones, con lo cual la implementación tomará tiempo cuando menos ya habrá pasado casi un año.
Las nuevas autoridades, en un contexto democrático, deben ser capaces de cumplir con las promesas electorales. Esperemos que las autoridades sean conscientes de este hecho y tomen las medidas adecuadas lo antes posible. Merecemos un país mejor y una mayor confianza ciudadana en que la democracia es capaz de llevarnos a una óptima calidad de vida.