03 oct. 2024

Prepotencia

Adrián Cáceres – adrian-caceres@uhora.com.py

Estamos ante una hegemonía peligrosa, una supremacía que no respeta a las minorías, que no cuida ni siquiera las formas que da muestras de barbarie imponiendo como juez de jueces a personas con títulos de dudosa procedencia.

Es un cuerpo macizo, aunque ellos prefieren calificarse como disciplinados, con apenas fisuras, que le tiene tirria al diálogo, al disenso, que prefiere monopolizar, acaparar todas las instituciones y no precisamente con buenos objetivos según mi modesta percepción.

Es un grupo al que no le importan los académicos porque ellos llegan por guapos a los espacios críticos de decisión de la República. Es un sector que prefiere atropellar, a lo bruto, que tiene cooptados incluso a colaboradores de otros equipos. Entre sus filas hay también quienes intentaron legalizar el robo de tierras públicas, pero que no se inmutan por ello y que buscan acallar con suspensiones y amedrentamientos a integrantes del mismísimo Congreso.

Esta mayoría tiene represión para aquellos que se manifiestan, ofrece la cárcel a los que pelean por sus derechos. A la cabeza no le importa la Constitución Nacional y ya dejó varias heridas a la Carta Magna en menos de cuatros meses de “gestión”, sí, así, entre comillas.

Prefieren infundir miedo antes que respeto, para quienes son libres, porque aquellos privados de su libertad dominan las mazmorras. Eligieron seguir endeudando al país, para que vos, yo, tus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos y quién sabe hasta qué generación continuemos pagando su irresponsabilidad fiscal, aquella que es letra muerta en una ley que no se cumple, y cuyo quebrantamiento no tiene consecuencias. A ellos no se les puede hablar de división de poderes, de independencia judicial. No, lo quieren todo, van por todo, ¿lo tienen todo acaso ya?

Proponen una línea recta en la administración pública, sin ambages, con el actor principal tras bambalinas y el protagonista colgado de los hilos. Se regodean en sus números, en el circunloquio de la macroeconomía, en el incompleto producto interno bruto, en el impuesto más injusto.

Llegaron al poder con artificios, y hubo quienes creyeron, pero también quienes prefirieron seguir eligiendo al Pato Donald. Apostaron a la vieja fórmula exitosa de dividir y vencer y tuvieron un susto con la aventura émula hacia un representante de los fascistas del siglo XXI. Cuidado en la próxima elección.

Hubo evidencias de la ferocidad en un quinquenio pasado, a sangre y fuego, porque aseguraban que el pueblo los quería otros cinco años más, como antaño el truculento general, pero no pudieron alcanzar esa meta y, al parecer, están zurciendo de vuelta la prenda, metódicamente.

Hay que ver hasta cuándo habrá paciencia de los compromisarios. La temperatura sube y sube, en todos los sentidos, pero a ellos no les importa, ven con melancolía el absolutismo, ese que están buscando. Entonces, están provocando, alterando la paz social, crispando el ambiente, innecesariamente. Mientras todavía hay voces críticas, con gritos hasta desesperados desde la minoría asamblearia, con escándalos en su vertical interior, pero nada que los resolutivos votos no puedan sepultar.

No son buenos tiempos para la democracia, esa de la que se llenan la boca, como me lo graficaron certeramente, con risas de hiena, con espumas de rabia. Dicen que están cuidando el futuro, pero si ni siquiera protegieron el pasado y no están custodiando el presente, así cómo se puede confiar en ellos. Además, en la convención donde deben representar al pueblo, la baja calidad socava cualquier intento de instrucción, y hasta de esos buenos modales que subrayan en su nombre oficial, el de “honorables”.

La angustia, el desaliento, ahora ornamentan la política, a pesar de los buenos. Sin embargo, mientras el mítico fuego los envalentona y consume, Elpis sigue en el fondo de la tinaja. La prepotencia no lleva a buen puerto, la historia es cíclica, cambia todo cambia cantaba la maestra Sosa. Ojalá, y más pronto que tarde.

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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.