Hoy, las aplicaciones de estas recetas internacionales con relación a la educación de los niños llegan a niveles sorprendentes e insospechados años atrás. Se trata de excesos que están a la vista de todos, aunque todavía hay muchos que los justifican o prefieren no hablar de ello.
En el citado vecino país, por ejemplo, los niños de jardín y preescolar realizan en clase ejercicios de cambio de identidad sexual o practican la autoexploración mutua entre compañeros, etc. Sí, son casos extremos, pero todos basados en materiales obligatorios impuestos por un Estado cada vez más autoritario y severo con este tipo de adoctrinamiento; uno que tiene como eje este tipo de enfoque o ideología, que va mucho más allá de la necesaria y promocionada igualdad entre hombre y mujer.
En Paraguay, grupos de padres de familia y organizaciones de la sociedad civil -algunos incluso calificados de cavernícolas- en forma permanente deben llamar la atención de los políticos y la opinión pública sobre leyes y normativas de este tipo. No en vano han denunciado algunos conceptos y contenidos del Plan Nacional de la Niñez y Adolescencia que quedó en suspenso.
Está claro que la presión es enorme, pues organismos multinacionales como las Naciones Unidas y Banco Mundial, además de prestigiosas fundaciones estadounidenses apuestan mucho dinero a la implementación de estas normativas, que entre otras cosas dejan entrever que el sexo natural es una ficción, que la sexualidad es una simple construcción social, al tiempo de relativizar la patria potestad, entre otras tantas ideas cuestionables, que riñen contra elementos de la ciencia y la medicina, sin citar aspectos constitucionales, de respeto a la cultura de cada país o la bioética.
Más allá de la molestia que genera la crítica a estos planes y proyectos promovidos por ONG de nuestro medio, es interesante reconocer algunos reclamos que estos padres de familia y organizaciones han planteado, pues resaltan aspectos claves que deben tenerse en cuenta en las propuestas educativas para niños y adolescentes, como el hecho que una educación sexual seria debe basarse en el conocimiento científico; en la biología, anatomía y fisiología, y no en ideologías; ser respetuosa con la edad y sensibilidad de cada niño, y que la familia debe ser considerada, valorada y respetada en el proceso.
Los impulsores de la ideología de género en nuestro país podrían estar de acuerdo con que a niños de 6 y 7 años, en la escuela, se les maquille y vista como mujer para que después relaten cómo se sienten siendo niñas; un ejercicio que se aplica en países vecinos. Pero tendrían que preguntarse si esto corresponde hacerlo sin el consentimiento de los padres o de forma autoritaria como ya ocurre en otros sitios, a través de sanciones incluso carcelarias para los que critican o se oponen a esta doctrina.
“Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”, señala el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Mientras que el artículo 12 de la Convención Americana sobre DDHH expresa que “los padres, y en su caso los tutores, tienen derecho a que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Promover desde el Estado la eliminación de libertades será siempre un retroceso para cualquier país. Así nos lo vinieron a recordar, con sus críticas incómodas, estos padres molestosos y metiches.