La duda del fraude se instaló tanto que las propias autoridades del Tribunal Electoral no la han descartado buscando que las interrogantes vayan dirigidas a los integrantes de mesa antes que a las extrañas como singulares urnas electrónicas que empezaron siendo cajas negras o bobas hasta aparecer como complejas máquinas capaces de sumar, restar o dirigir los votos sin que el votante lo quisiera ni supiera. Los informáticos piden la auditoría que se les ha negado; los perdidosos parciales quieren abrir el sobre 4, donde se supone que están las boletas que confirmarían que los números del acta redactada de conformidad a la lectura óptica del código de barras es el resultado final amañado. Nadie cree en nada ni los que están nombrados para aclarar que cuando hablan terminan confundiendo aún más. Afuera del TSJE, una multitud sin su líder (encarcelado) tampoco logra comprender la interpretación de los hechos por parte de la senadora electa Yolanda Paredes, quien dice que si no se logró abrir el sobre 4 no tiene sentido seguir manifestándose. La perplejidad es la actitud dominante tanto que haría falta que el médico judío Maimónides esté entre nosotros para que nos ayude a desentrañar este misterio.
El sabio originario de Córdoba escribió su obra cumbre llamada La guía de los perplejos, donde buscaba interpretar los libros sagrados de su religión desde una perspectiva no solo médica, sino también moral. Más en línea con lo que nos pasa. Para muchos que creíamos que la tecnología iba a facilitarnos la vida en todo sentido, ahora vemos que la manipulación es tan grande que pone incluso en dudas si el escrutinio es realmente público si lo hace una máquina. Se quejan muchos que los mesarios (extraña palabra) no fueron entrenados para “dudar del funcionamiento de las máquinas” (¡) y que los partidos que cuestionan los resultados no tuvieron a sus mejores espadas informáticas custodiando el proceso. Incluso algunos van más lejos sorprendidos que cuando se aprobó el sistema en el 2019 para permitir el voto preferencial con urnas electrónicas muy pocos colorados se opusieron al mismo. Lo cierto es que han dejado abiertas muchas ventanas por donde el fraude era posible filtrarse. Ni la quema parcial del edificio del TSJE levantó sospechas del acto comicial que no tuvieron en cuenta que las mesas aumentaron de número de anotados sin que se extendiera el tiempo de votación. A nadie le importó tampoco que dos mil máquinas sean devueltas a una empresa argentina cuestionada en su propio país como proveedora de urnas electrónicas. La perplejidad es tan grande que hasta parece que quienes perdieron se asombraron de las cosas que escaparon a su control y conocimiento.
Los resultados nos deben llevar a revisar por completo el sistema electoral paraguayo. Estos comicios quedarán en la historia como de los más cuestionados en la operación del proceso mismo. A los viejos modelos de fraude de compra de voluntades como ejemplificó muy bien en el tutorial el senador Ovelar y su trato apu’a hasta una que cuesta menos y es más eficiente: la compra de la mesa completa. Esto último debe revisarse haciendo que los controladores sean sorteados de entre los inscriptos para votar y se la considere una carga pública como acontece en varios países del mundo. Para evitar suspicacias se pueden evitar incluir a los empleados públicos y haciendo énfasis en los votantes jóvenes para estimular su participación cívica al mismo tiempo.
Lo que no puede continuar más es este modelo. Lleno de dudas, interrogantes sin responder que dejan la sensación de que hubo un robo quizás sin que lo existiera, pero está instalada la idea de que sí. Maimónides hubiera recomendado sabiamente: “El hombre es libre y esta libertad, actuando como tal, puede por sus solas fuerzas realizar el bien desinteresadamente” aunque conociéndonos como nos conocemos, controlados podríamos ser mejores y los resultados, iguales.