Lo cierto es que después de muchos años, de idas y venidas, la semana pasada por fin se ha comenzado a implementar en Paraguay el billete electrónico para el transporte público.
Puede parecer insignificante, sin embargo, es trascendental: es como haber dado el primer paso para entrar al siglo XX, y aunque todavía nos falta tolerancia y justicia social, este es un paso gigantesco.
En sus primeros días de implementación, una evaluación –todavía muy temprana– registraba una baja utilización por parte de usuarios. De acuerdo a lo que publicó ÚH, muchos pasajeros decían no tener idea de cómo utilizar la tarjeta ni donde comprarla, como tampoco faltaron los reclamos por la falla del sistema o de los choferes.
En una encuesta karape, en mi entorno, pude comprobar que muy poca gente compró la tarjeta. Esto puede tener que ver con el hecho de que tienen auto y por eso usan menos el transporte público por un lado, y, por el otro, en quienes no tienen vehículo, se puede notar la total falta de interés en el tema de la tarjeta. Muchos me dijeron que no iban a comprar porque total que durante un año se puede seguir pagando con monedas.
Es entendible la actitud, pocos confían que cambie su realidad para mejor. Y todo porque no recuerdan cada vez que no les devuelven las monedas del vuelto, ni piensan en que este primer paso puede ser un primer paso para que alguna vez en un futuro no muy lejano, el Gobierno nos provea servicios dignos a los ciudadanos.
El billetaje electrónico no va a resolver problemas que deberían ser resueltos por los funcionarios públicos, que nunca se han ocupado del tema transporte. De hecho, ahora podemos pagar con la tarjetita, pero en horas pico seguimos viajando como ganado, en un bus en donde el aire acondicionado es una ilusión. Para los funcionarios públicos siempre va a ser más “interesante” construir una ruta que darle bienestar a la gente, porque eso no es rentable. Y porque saben que la gente les vota igual, aunque le mientan.
El billetaje es tan solo un primer paso, uno muy tímido y quién dice que no quede en la nada, como el Metrobús; pero queremos que este proceso avance, y después puedan organizar mejor los itinerarios, las frecuencias y que haya transporte durante toda la noche. Es lo menos que merece la ciudadanía; eso y que los choferes estén bien pagados y sean amables.
Presumo que desde nuestra miseria ni siquiera logramos darnos cuenta del nivel de atraso en el que vivimos, y la calle es un ejemplo de ello.
No es solo que los automovilistas paraguayos odian a los peatones y por eso nunca les ceden el paso; son también los peatones que cruzan por donde quieren y obviamente corren peligro, pero es que en este país si no cruzás corriendo una calle, te pisan.
También nos cuesta seguir las normas del tránsito, no cruzar con luz roja, cederle el paso a una ambulancia, no estacionar sobre las veredas, etcétera. Y no es por justificar, pero por qué no habríamos de hacer lo que queremos, si todos los políticos hacen lo mismo? O acaso a alguien le quitan el registro de conducir después de haber manejado en alto estado etílico; alguien vio alguna vez a un político en Tacumbú?
Nos falta muchísimo para estar de verdad en el siglo XX. Puede que tengamos wifi y el celular más inteligente del universo, pero tu vecino sigue tirando basura a la calle; vos le coimeás al policía de tránsito; y diputados acusados de corrupción y narcotráfico son arropados por sus colegas y secuaces.
Es casi vergonzoso celebrar la intrascendente posibilidad de pagar el pasaje del ómnibus con una tarjeta. ¡Quién sabe cuántas cosas maravillosas van a llegar al Paraguay cuando lleguemos al siglo XXI!