18 ene. 2025

“Para ser músico se debe encarar por igual la disciplina y la pasión”

A los cinco años, Víctor Totito Morel recibió de regalo una batería y ahí inició su relación con la música y más tarde con el jazz. Golpe a golpe con otros músicos lleva adelante la escena que cuenta con un público cada vez más joven.

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Víctor Totito Morel.

Mi nombre es Víctor Sebastián Morel, tengo 40 años y soy nacido y criado en Asunción, Paraguay.

Mi primer recuerdo y contacto con la música es a temprana edad, a los cinco años. Mi papá (Víctor Humberto Toti Morel) me regala una batería que trajo de Argentina de una gira que tuvo.

Eso sin duda influyó e impactó para que pueda interesarme a temprana edad en la música, ya que fue mi primer instrumento y el que sin duda marcó también cierta tendencia a quedarme pegado a él.

Si bien luego, bueno, hasta ahora me gusta mucho el bajo y el piano, mi instrumento principal es la batería y siempre, siempre me gustó.

Siempre digo que es uno de los instrumentos más fáciles de ejecutar, pero más difíciles de interpretar musicalmente. Ese es un desafío para todo baterista.

El amor hacia este instrumento y la música nació más que nada por iniciativa propia. Obviamente con la influencia del ambiente donde me crié, un ambiente bastante musical, creativo, artístico.

Obviamente, mi viejo influyó como baterista. Tenerlo en mi casa, escucharlo, rodearme de sus ensayos, de su práctica, escucharlo cuando practicaba solo.

Nunca fue una imposición desde él, ni tampoco por el deseo de tener un hijo baterista. No me presionó ni me direccionó en este instrumento y la vida de músico.

Entre mis primeras influencias musicales, sin duda, está mi padre. Empecé a estudiar y a ensayar con él al poco tiempo que me regaló la batería.

A los 15 años retomo con más interés y más seriedad el interés en el instrumento y en la música. De ahí de adolescente me interesa todo lo que tiene que ver con la escena de la música hardcore, hip hop. Todo eso me influyó bastante con los bateristas de grupos que me gustaban mucho.

También empecé a escuchar la música que mi viejo tenía entre sus discos. Más música afroamericana de los 70, Commodore, Earth, Win On Fire, Michael Jackson, etc.

Como músico, además de mi padre, también eran los grupos donde él era integrante. Entre ellos estaba el de Palito Miranda, que se llamaba Jazz por mil.

Ahí estaban Carlos Centurión, Tato Silly, Remigio Pereira y un guitarrista norteamericano que entonces vivía en Paraguay, Joe Kearland. Ellos sin duda fueron mi principal influencia.

Luego ya me interioricé de acuerdo al repertorio que iba escuchando de ellos. Empecé a escuchar otros músicos más universales como Herbie Hancock, Miles Davis, John Coltrane, bateristas como Tony Williams, Roy Haynes, etc.

La primera vez que estuve en un escenario fue en mi adolescencia. Tocaba en una banda de covers de Rage Against The Machine.

Tuvimos un concierto con una banda de rock que teníamos que telonear en un bar de mala muerte. El baterista de ese grupo no se fue al concierto y me pidieron a mí para suplantarle.

Esa fue mi primera vez. También mi primer acercamiento a lo que es improvisar porque no conocía nada de los temas y tenía que acompañar al grupo.

Jazz

Con los discos de mi viejo y viéndolo tocar y escuchar en los grupos donde estaba, hice click con el jazz.

Me interesé muchísimo en la dinámica del jazz y en esa sonoridad y las posibilidades sonoras, por sobre todo del jazz, con la improvisación, saber que el tema nunca es igual, todo lo que van a interpretar siempre va a estar en un constante movimiento, siempre va a estar en un constante cambio, nunca es igual.

Los sonidos del jazz pueden conjugarse con la música paraguaya tradicional. Uno de sus grandes valores de este estilo musical es de tener una tradición popular, la cual influye, para también fusionarse o converger dentro de otras tradiciones y formas musicales tradicionales y poder llevarlas a otro plano de excelencia artística.

La escena del jazz local está creciendo. Creo que ayudó mucho el que haya una licenciatura en música popular. También ayudó a que muchos de una determinada generación se hayan ido a formar al exterior. A diferencia de otros países, el público de jazz acá, es un público cada vez más joven. Inclusive con proyectos musicales que son propios o con una entidad propia de los músicos.

Lo que no crece son las posibilidades de espacio para poder desarrollar, inclusive a mayor escala, el público y los proyectos artísticos.

Yo ahora formo parte de Joaju, Ensamble Palito Miranda, Ensamble Fusión de la OSN; de Víctor Morel y los amibops y Guerrilla Soul Experimento.

También enseño en la escuela de la Entidad de Artistas Intérpretes y Ejecutantes del Paraguay.

Batalla

Ser músico de jazz en este país significa ser un luchador, un batallador por esencia. Es sumamente importante que uno sea apasionado por él, como músico y desarrollarse artísticamente. Puede llegar a ser un esfuerzo sobrehumano inclusive.

Bueno, la historia del jazz paraguayo, si uno ve de los 60 hasta ahora, siempre se caracterizó por la excelencia musical, determinada mayormente por la pasión, aun teniendo todo tipo de limitaciones.

Vale la pena ser productor musical en Paraguay. Ello significa tratar de trabajar en el desarrollo y en la creación de audiencias.

Sobre todo dentro de la escena que más manejo, que es el jazz. Trabajar dentro de este ámbito como productor musical es justamente tratar un poco de llegar o llevar este estilo a la mayor cantidad posible de personas.

A la par significa aprender o ponerse ciertos desafíos artísticos como músico primero. Y obviamente dentro de la escena a todos los que componen la escena artística del jazz en general.

La música tal vez es una de las expresiones artísticas más impactantes en el desarrollo y bienestar de la humanidad. Tiene posibilidades infinitas de influir en todo el mundo de una manera única y diversa al mismo tiempo.

A quienes quieren dedicarse a ella, les digo que como cualquier otra profesión, requiere de encararla por igual entre la disciplina y pasión, que al final del día da una recompensa única de bienestar, entre la satisfacción personal y colectiva.

La escena del jazz nacional está creciendo. Lo que no crece son las posibilidades de espacio para poder desarrollar, inclusive a mayor escala, el público y los proyectos artísticos.

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