07 may. 2024

Nos tengo fe

Luis Bareiro – @Luisbareiro

De acuerdo con las proyecciones iniciales, a una semana de cerrar este mes debíamos estar con cerca de mil casos confirmados de Covid-19. Se estimaba que para el 15 de abril íbamos a sufrir ya el pico de contagios. El escenario probable era el de hospitales saturados y terribles batallas por la vida en las unidades de terapia intensiva. Los pronósticos dibujaban un cuadro desolador; incertidumbre a niveles intolerables y pánico en los grupos de alto riesgo.

Lo cierto es que a la fecha registramos 228 infectados conocidos en todo el país, nueve personas perdieron la vida por la enfermedad y 78 se recuperaron por completo. Es verdad que todavía estamos lejos de realizar la cantidad de pruebas necesarias como para tener un número más acertado de contagiados; pero, hay un dato que echa por tierra cualquier especulación alarmista: en todo el sistema hospitalario, público y privado, solo hay tres personas internadas por Covid-19, ¡tres! y ninguna en terapia intensiva.

Me dicen que puede que sea el clima, o los anticuerpos desarrollados por quienes enfermaron de dengue, o la vacuna contra la tuberculosis (BCG) que se aplicó la mayoría de la población.

Son especulaciones, obviamente. Permítanme, pues, sumar mi cándida conjetura a todas ellas. ¿Y si, sencillamente, pese a todos nuestros prejuicios con respecto a nosotros mismos, algo estamos haciendo bien? ¿No será que los paraguayos y las paraguayas que nunca tuvimos una experiencia parecida, que no nos caracterizamos por respetar normas básicas sanitarias y de convivencia (como lavarnos las manos o toser y estornudar en la cara interna del codo o formar y respetar una fila), conseguimos en este brevísimo tiempo alterar hábitos cuasiancestrales?

Me entrego a la ingenuidad y decido creer que algo de eso hay. No todos, por supuesto, pero sí un porcentaje lo suficientemente importante como para tener estos resultados. Creo que la pandemia, que por un lado hace más dolorosamente patente todo eso que ya sabíamos de nosotros y de nuestras instituciones (la precariedad del sistema de salud, la carencia de una red pública de contención social, la legión de corruptos dispuestos a lucrar incluso en los peores momentos), también revela una fase nuestra poco conocida; la de un sector mayoritario de la población que sigue en su casa, que aprendió a higienizarse las manos, que usa el tapabocas, que hace la fila, que pese a su dramática situación económica sigue respetando la cuarentena.

Y hay más. El Covid-19 nos mostró también que en la burocracia pública no todos están por hacer hurras. La crisis nos reveló a un grupo notable de funcionarios técnicos a los que el presidente Abdo decidió acertadamente apoyar y seguir, y que hasta ahora ha mostrado resultados alentadores.

Nobleza obliga decirlo, incluso los sospechosos de siempre, esos que integran la fauna política, dejaron coyunturalmente de lado sus disputas intestinas y aprobaron en tiempo récord una ley de emergencia para fortalecer el aparato sanitario y afrontar las consecuencias económicas de la cuarentena.

Por supuesto que no podemos ser triunfalistas, ni mucho menos. Esto apenas está comenzando. Un paso mal dado y los números se pueden disparar y los peores escenarios imaginados se pueden convertir en una horrible realidad. Además, los buitres siguen apostados en todas las carpas, prestos a hundir el pico en el dinero público. No podemos descuidarnos ni un segundo. Apenas bajamos la guardia, aparecen los barbijos de oro o las camas voladoras, todo empujado con abundante agua tónica, no sea que nos dé malaria.

Ellos podrán seguir siendo los mismos; pero nosotros, no. A partir del 4 de mayo empezaremos a rendir los exámenes más difíciles. Y es un examen colectivo. Se aplazan unos pocos y nos vamos todos de cuarentena hasta febrero. Un par de desubicados, algún diputado con diarrea, una pastora delirante convencida de su inmunidad mística y todo el esfuerzo se puede ir al garete.

Esto será como clasificar al mundial con el equipo de gordos del asado de los sábados. Y, sin embargo, en un despliegue de inocencia que raya la fantasía, yo creo que podemos.

Por extraño que parezca, nos tengo fe.

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.