25 abr. 2024

No voy en tren

Una de las perlitas que dejó uno de los debates entre aspirantes a la presidencia de la República es la opinión de uno de los precandidatos del Partido Colorado. Pontificaba sobre la cantidad de autos y motos en las calles como un indicador de progreso.

Huelga decir que ocupó un ministerio en la administración que comenzó, pero no terminó el Metrobús, que era una especie de propuesta diferente para encarar el transporte público.

Porque se debe tener bien claro que lo que tenemos ni siquiera merece la denominación de sistema de transporte.

Lo que tenemos en el Paraguay en la actualidad es la concesión por parte del Gobierno a empresas privadas de itinerarios para que estos pongan en las calles sus buses y ganen mucha plata. El Gobierno se lava las manos y nunca ha osado ejercer algún tipo de control sobre la calidad del servicio que recibimos los usuarios.

Hay reguladas, los empresarios lo niegan y no pasa nada. En el horario nocturno apenas hay buses, los trabajadores que quieren llegar a sus casas tras una larga jornada laboral se quejan por las largas esperas, y no pasa nada. Los fines de semana prácticamente no hay medios de transporte, surgen reclamos cada tanto, y no pasa nada. Ponen molinetes y obligan a los usuarios a viajar apachurrados como sardinas en las unidades, hay quejas y plagueos, pero no pasa nada.

Este seudosistema de transporte funciona en contra del ciudadano, para que los empresarios del transporte ganen mucha plata, y cada vez que hay crisis con el precio de los combustibles ellos salgan a decir que “trabajan a pérdida”. Angá… Pero bueno, ellos están en su papel, es su naturaleza, como quien dice. El problema en este esquema son los funcionarios del Gobierno, son ellos quienes no asumen su responsabilidad.

Además de la ausencia de políticas públicas, hay una profunda desconexión de la realidad. Nuestra dirigencia política no sabe cómo vive el pueblo. Ellos en general viven vidas privilegiadas; no se levantan a las cuatro de la mañana para salir a esperar un bus y viajar dos horas para llegar hasta el trabajo, donde los más suertudos trabajan solo ocho horas y perciben el salario mínimo, para que al final del día se echen encima otras dos horas de viaje en un bus apretados como sardinas, llegar exhaustos a la casa, con apenas tiempo de estar con la familia.

Nuestra clase política no tiene idea cómo viven los paraguayos. Aparte de las típicas fotos en tiempos electorales cuando se dan sus baños de multitud en los barrios pobres, donde hacen promesas que no tienen intención alguna de cumplir.

Porque la verdad es que tanto auto y tanta moto representa un fracaso, no es un símbolo de progreso. Quizá para ellos que pueden cambiar su auto de lujo por uno del año y más lujoso lo sea, pero para la gente común, solo significa que no tienen un transporte público decente. En los países serios, con verdaderos proyectos de ciudad, la movilidad se encara de manera muy diferente. Se privilegia el transporte público que mueve multitudes en forma colectiva, porque así no se llenan calles, avenidas ni autopistas de autos que transportan a una sola persona, que consume mucho combustible y contamina de la misma forma.

Tener auto no es símbolo de estatus o de que se han logrado las metas de la vida. No tener otra opción de movilizarte que no sea un auto o una moto es una derrota. Agrandar las avenidas, construir viaductos y habilitar autopistas más anchas y más rápidas para contrarrestar el caos del tráfico y los embotellamientos es igual que combatir la obesidad comprando ropa más grande. No es una solución.

Necesitamos un sistema de transporte público pensado en el bienestar del usuario. Necesitamos el Metrobús, el tren de cercanías, tranvías eléctricos e incluso transporte fluvial. Eso es lo que necesita la gente y no las improvisaciones de los candidatos

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