Las imágenes de los bomberos voluntarios luchando, extenuados por el esfuerzo, contra los incendios forestales conmueven a diario, particularmente en medio de la situación que vive el país. Los incendios aportan otro nivel de dramatismo a la ola de calor intenso que se vive desde hace semanas, pues llenan de humo el ambiente volviéndolo irrespirable y dañino para la salud.
La temporada de sequía hace propicios los incendios forestales de gran magnitud que se están registrando en diferentes zonas del país. El fin de semana, el Instituto Forestal Nacional (Infona) informaba de 394 focos de calor y más de 300 focos de incendios. Lo más grave, además de todo lo que el fuego destruye a su paso, es la denuncia realizada por el ministro de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), Joaquín Roa: “No tenemos pruebas, pero detrás de estos incendios hay una acción humana. Nos contaron que algunos se bajan de camionetas y tiran objetos en llamas”.
En este punto es donde las autoridades deben intervenir de manera inmediata y urgente. Ese es el trabajo que se espera de ellos, que controlen las zonas de focos de calor e investiguen esta grave denuncia realizada por el ministro de la SEN. Al mismo tiempo, todas las instituciones del Estado paraguayo deben colaborar para combatir estos incendios que ponen en peligro a las familias.
Pero la catástrofe climática debe ser analizada también fuera de la coyuntura actual que se está viviendo en el Paraguay. Para eso es necesario que las mejores mentes del país analicen los porqués de la ola de calor, de los incendios, de la contaminación de nuestros recursos hídricos, y meditar objetiva y desapasionadamente sobre el hecho de que el país se ha ido quedando prácticamente sin sus bosques, lo cual aporta sin dudas al terrible escenario en el que nos encontramos. Como escribiera el papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate: “El modo en que el hombre trata el medioambiente afecta al modo en que se trata a sí mismo y viceversa”.
Un informe del Foro Económico Mundial (WEF) señala que los estragos causados por el cambio climático y la desigualdad social aumentaron con la pandemia, y que son los principales riesgos que enfrenta la humanidad a diez años. ”Nuestro planeta está ardiendo y tenemos que enfrentar ese problema”, advirtió, en ese sentido, el presidente del WEF, Borge Brende; y el director de riesgos de Zurich Insurance Group, Peter Giger, subrayó que “no actuar frente al cambio climático puede reducir el PIB mundial en una sexta parte”.
El informe del Foro Económico Mundial advierte, asimismo, sobre una transición climática desordenada que “podría distanciar aún más a los países y dividir las sociedades”; prevé también que 51 millones de personas más pasen a vivir en condiciones de pobreza extrema “con el riesgo de que crezcan la polarización y el resentimiento social” en un mundo que se cree crecerá en 2024 un 2,3% menos de lo que lo hubiera hecho sin pandemia.
Quizá no sea muy tarde todavía para tomar acciones concretas y urgentes, para evitar al menos algunos de los efectos del cambio climático en nuestro país. El país necesita contar con una hoja de ruta para el futuro, y esa es responsabilidad de las autoridades y de la clase política y económica.