31 may. 2024

Netflix va a tener que esperar

Patricia dos Santos, socia de ADEC.

“¡Ahora tengo reuniones virtuales (Zoom) todos los días! ¡Sobre 3 o 4 temas y asuntos diferentes!

Tengo entre 500 y 600 WhatsApp por día, 80 a 100 mails diarios…

En los últimos 2 años no vi tan poco Netflix como ahora”.

Estos comentarios de Jorge son ejemplo de lo que cientos de personas en nuestro país estamos viviendo desde nuestras casas en tiempos del Covid-19.

Necesitamos cambiar muchas cosas porque lo que estábamos haciendo hasta ahora dejó de servir de golpe. Esta crisis nos ayudó a ver cosas que antes no veíamos, como la fragilidad de las pequeñas y medianas empresas, y nos puso frente a situaciones que nunca antes existieron, como dejar de tener ingresos de un día para otro, y surgieron necesidades que por su urgencia y dimensión nunca tuvimos que manejar, como la necesidad de créditos blandos para tantas empresas.

Se rompió el orden establecido y estamos en plena tarea de aprender cómo debe ser el nuevo orden para este momento, que no sabemos cuánto va a durar, porque todo cambia a velocidades antes inimaginables.

Estas palabras del filósofo colombiano Bernardo Toro ilustran algunos aprendizajes que estamos logrando: “El mayor aprendizaje que deja esta pandemia es que la salud es el principal bien público, lo segundo es la importancia del Estado, sin Estado es imposible que una sociedad sobreviva”.

Y yo agrego que aprendimos también la importancia de las empresas, sin las cuales no hay trabajo, ni puede existir un Estado con presupuestos proveídos por impuestos.

Y estamos aprendiendo también acerca del valor de las conversaciones.

Ese montón de reuniones virtuales que Jorge y tantos como él estamos teniendo a ritmo frenético no son otra cosa que conversaciones, motivadas por la necesidad de expresión de los que sufren por el cierre de la economía y necesitan ser escuchados y atendidos.

El lenguaje tiene el poder de crear nuevas realidades que mejoren las condiciones de los ciudadanos al aportar perspectivas que impulsen modificaciones de prácticas paralizantes, conservadoras o limitantes, pero siempre que utilicen las energías de los que conversan para crear el cambio y no para ganar la discusión, agredir o sacar ventajas.

Son útiles las conversaciones que redistribuyen el poder al dar participación a un grupo más amplio para que plantee sus problemas, conversaciones de trabajo en las que juntos, las empresas, los gremios, la política, las ONG y el Estado buscan soluciones nuevas, rompiendo los habituales “no se puede, la ley dice, no dan los números”, y así se construyan propuestas que tomen realmente en cuenta la realidad del otro.

Esta pandemia nos da una oportunidad, tal vez única, para el cambio, las vivencias de Jorge nos muestran que se está aprovechando. El tiempo invertido por tantos en conversaciones ya logró el cambio de varias cosas importantes, pero falta todavía.

Netflix va a tener que esperar.

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