24 abr. 2024

Masoquistas

Son esos días en los que ser paraguayo o paraguaya más que una nacionalidad es un estado de ánimo… y malo; esos días en los que solo quien está colgado de la ubre pública puede mantener la calma y echarle la culpa al azar o a los designios de la providencia. Para el resto, son días de furia, días en los que ser un detractor de la Administración de turno, del partido de gobierno y de la clase política en general es tan natural como insultar al árbitro cuando nos roba el partido.

Son días en los que para prometernos nunca más volver a votar a los mismos no necesitamos que nos calienten la cabeza. Ningún discurso será jamás tan convincente como cuando te cortan la luz a la siesta y con 42 grados de calor. Y si minutos después te quedás sin agua, y cuando salís al patio a tomar aire solo respirás humo, convengamos en que no se requiere mucha gimnasia opositora para estallar en una catarata de insultos, cuanto menos en las redes sociales. Terapia virtual en tiempos de pandemia.

Lo malo es que no sumamos las broncas y las guardamos en la memoria para cuando llegue la hora en la que tengamos que decidir nuevamente a quiénes encargamos este boliche que llamamos Estado. Como las crisis se suceden, en la medida en que nos metemos de lleno en una ya se nos olvida la anterior; y la presente perderá fuerza cuando la reemplace la que le sigue. Es como un juego de mamushkas, esas muñecas rusas en las que encontrás una dentro de otra, y esa dentro de otra, y así, sucesivamente… hasta que la Administración de turno termina su periodo.

Este ejercicio permanente de resiliencia tendría quizás algún resultado si no olvidáramos con tanta facilidad que la mayoría de las crisis no son accidentales, son el resultado lógico e inevitable de décadas de improvisación, corrupción e impericia extrema. Llevo tres décadas escuchando que la ANDE debe cambiar los cables desnudos por cables cubiertos y reemplazar los transformadores para evitar que un simple viento o el incremento del consumo de los vecinos termine por dejarnos a todos sin el servicio. Y llevo las mismas tres décadas padeciendo los cortes irritantes de cada verano, tres décadas en las que hemos visto, escuchado y leído sobre licitaciones amañadas, contratos colectivos delirantes, manejo político de las tarifas y cambios de administradores según su militancia interno-partidaria.

La historia se repite con la aguatera estatal con los mismos resultados. Calor y sin agua.

Es cierto que los fenómenos climáticos extremos son consecuencia de la acción global de los seres humanos, pero en esto también hemos hecho nuestra parte. Elevamos el rango de la entidad responsable de las políticas de medioambiente a la categoría de ministerio; pero el presidente Abdo la volvió a degradar convirtiéndola en cupo político.

Con un improvisado al frente, el Mades solo es una intermediaria entre los contribuyentes y los burócratas que cobran su salario de los impuestos que pagamos todos. Habrá entre ellos técnicos competentes, pero sin políticas definidas ni un administrador que conozca la materia, no es más que grasa estatal que se acumula devorando dinero público.

No hay área de la vida social donde las crisis no tengan como componentes esenciales la mediocridad, el latrocinio y la improvisación estatal. No hemos aprendido a pasar factura. Las responsabilidades no son solo personales. Los partidos deben cargar con la responsabilidad política de la pésima oferta electoral que han puesto a consideración del elector, y de las acciones deficientes o directamente ilícitas de sus afiliados en función de gobierno.

Si seguimos incurriendo en esa amnesia electoral que nos hace votar a los mismos que nos han maltratado por tanto tiempo nunca podremos romper este círculo de violencia pública. Quejémonos hoy, pero no olvidemos la causa de la queja cuando los responsables de nuestra aflicción aparezcan –con sus cómplices de otras carpas políticas– con los nombres cambiados y las promesas de siempre, esperando que les renovemos el contrato. Caso contrario, dejemos de hacernos las víctimas y asumamos nuestra realidad; somos masoquistas.

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