CARACAS
Vida en la clandestinidad, disfraces, puestos policiales, botes en un mar enfurecido, especialistas en extracción, aviones de combate y un jet privado... La salida de la líder opositora María Corina Machado de Venezuela para llegar a Oslo, donde debía recibir el Nobel de la Paz, es digna de una película de espías.
El título sería Operación Dinamita Dorada, tal como Bryan Stern bautizó el operativo. Este veterano del ejército estadounidense, que creó una empresa especializada en extraer extranjeros de zonas peligrosas, explicó algunos capítulos del periplo en una rueda de prensa el viernes.
Dinamita por el peligro, pero también por Alfred Nobel, el inventor de este explosivo y fundador de los premios que llevan su nombre.
Al conocerse el anuncio de su premio, Machado, de 58 años, promete que lo recibirá en persona. Pero hay un problema: La jefa de la oposición venezolana se sumió en la clandestinidad tras las presidenciales de 2024, que la oposición asegura fueron un fraude.
Concede entrevistas por videoconferencia con un fondo blanco para no revelar su paradero. El reto de sacar a Machado, prácticamente una ‘estrella de rock’ que todos los venezolanos conocen, de un país fuertemente militarizado, es gigante.
FAKE NEWS PARA DESPISTAR. La “Operación Dinamita Dorada” comienza el martes. Machado se disfraza, se pone una peluca y sale de la capital hacia una playa en el norte de Venezuela, que sigue en secreto.
“Fue peligroso y (...) arriesgado porque ella estaba siendo activamente perseguida por el régimen de Maduro durante mucho tiempo”, cuenta Stern. “Los servicios de inteligencia cubano, venezolano, ruso, iraní, los colectivos (paramilitares), los carteles, todo tipo de personas trabajaban juntos para encontrar a María”.
“Estábamos preocupados de que vinieran F-16 venezolanos a hacernos estallar. Para despistar, Stern corre rumores que de Machado ya estaba en el extranjero. Periodistas y autoridades se lanzan detrás de noticias falsas.
Disfrazada y con ayuda de un equipo, Machado consigue franquear, indetectable, una decena de puntos de control policial, indica Stern, sin dar detalles.
Las autoridades venezolanas la han apodado la “Sayona” por su tez clara y cabellera negra, como la de ese fantasma del folclore venezolano. Irónicamente, esta espectral y bella mujer vestida de blanco que acecha a los hombres aparece y desaparece a su antojo...
“BINGO”. Al llegar a la playa, como en las malas películas, la embarcación que debe sacarla del país está averiada, explicó al Wall Street Journal. Los agentes que la ayudan eligieron un viejo barco pesquero para evitar sospechas y también para no ser confundidos con una narcolancha, en momentos en que Washington realiza bombardeos que han causado al menos 87 muertos en el Caribe y el Pacífico.
Con retraso, la embarcación por fin zarpa con destino a Curazao, una pequeña isla neerlandesa a unos 60 kilómetros de Venezuela.
“El mar estaba increíblemente agitado. (...) Olas de 1,5 a 3 metros a bordo de embarcaciones muy pequeñas en una oscuridad total”, explica Stern.
De nuevo, como escrito por un mal guionista, el viaje se complica: un GPS no funciona.
Él espera en otro barco en el mar hasta que finalmente las dos embarcaciones se ponen en contacto.
“¡Bingo! ¡Bingo! ¡Bingo! Dinamita Dorada”, anuncia a su equipo. Luego, le dice a Machado: “Me llamo Bryan Stern. Encantado de conocerla”.
Entumecida de frío y empapada, la líder opositora pide un suéter y piensa en reunirse con su hija más que en el premio Nobel, cuenta Stern. El barco llega a Curazao. Está sana y salva, pero no estará en Oslo a tiempo para la ceremonia.
RIESGO REAL. Un avión privado la lleva a Bangor, en el estado estadounidense de Maine, para reposar, y luego a Noruega, adonde llega el jueves. “Hubo momentos que sentí que había riesgo real para mi vida”, comentó Machado en Oslo, al agradecer “a todos aquellos hombres y mujeres que arriesgaron sus vidas” por ella. Y acto seguido a este episodio, la férrea opositora reitera que regresará a su país.