Escuchando los sentidos pésames de celebridades y de gente común, las reflexiones políticas y filosóficas y las declaraciones, tanto de indignación como también de ninguneo, de una parte importante de la sociedad norteamericana, luego del cobarde asesinato por parte de un joven confeso a Charly Kirk, el famoso activista político conservador estadounidense, que se pasaba debatiendo con estudiantes y profesores en las universidades, una de las afirmaciones más provocativas que se escucha es la de que mucha gente considera que esta escalada de irracionalidad irá en aumento, que no es un tema aislado, ya que hay grupos políticos radicalizados que, sin embargo, desde hace mucho tiempo tienen acceso y poder en las universidades y medios de comunicación, así como apoyo financiero.
La locura y la maldad en los seres humanos no son un tema novedoso, pero en cada época se manifiesta de formas diferentes. También la crisis de los paradigmas culturales de cambio de época. En este caso parece que estamos ante el ocaso de lo que llamamos Civilización de Occidente, ¿o quizás sea el punto final de las deformaciones que ha sufrido su esencia y el inicio de la vuelta a casa?
¿Y cuál es el paradigma que está en juego? ¿Será el de la diosa razón entronizada por los positivistas en sus soberbios garabatos acerca de “la ley de los tres estados” (Comte, Curso de filosofía positiva), en los cuales se afirma que la humanidad debe ir superando tres estados mentales, pasando del mítico o teológico al metafísico o abstracto y, por último, llegar el estado científico o positivo, dejando de lado a la fe, a la moral y a la búsqueda de trascendencia en un estadio primitivo? ¿Será el paradigma materialista y clasista que justificó el odio y el conflicto perenne como medio de afirmación?
¿Será el paradigma de la subjetividad autocomplaciente y onírica que sobrevalora el deseo sexual y todo lo justifica con los traumas psicológicos? ¿O será el del reduccionismo racionalista que ignora el conocimiento sensible y aquellos factores objetivos de la realidad que no son captados en algunas cabecitas distraídas, pero que consideran que existe solo aquello que ellos pueden llegar a pensar? ¿Será el paradigma deconstructivo y pesimista que exalta el voluntarismo a la par del oscuro caos?...
¿Quién es el padre de la criatura que llamamos crisis o violencia, que llamamos cinismo paralizante o estupidización universal, que llamamos polarización o indiferencia, y es todo a la vez?
La búsqueda puede resultar tediosa, pero es indudable que el asesinato del Charly Kirk, un esposo y padre de familia que debatía ideas con fundamentos en las casas de estudio que nacieron para ello, despertó el deseo muchos de emprender ese camino de regreso a la racionalidad.
Racionalidad que implica inteligencia, memoria, libertad y deseo de bien. Racionalidad que debe ayudarnos a superar la enorme fragmentación psicoespiritual que se fomenta sistemáticamente en este momento de crisis, y que está afectando la estabilidad emocional y la moral de muchos, muchos seres humanos, entre ellos niños y jóvenes, uno de los cuales fue el atacante del Kirk.
Para llegar a la raíz de Occidente, y volver a alimentarnos de su racionalidad, hay que tener la valentía de quitarnos la espada que los padres de la sospecha clavaron en el alma, dejando en ella una herida profunda. Recordemos que es la cuna de los derechos humanos universales, de los valores cristianos, aunque también es el cementerio de tantas vidas cegadas por ideologías totalitarias. Asimismo, es tierra fértil que sembraron con amor mártires y héroes, a quienes no podemos ignorar, considerando toda la luz que todavía resplandece gracias a sus acciones silenciosas.