29 mar. 2024

Las nuevas megatendencias

El término megatendencia apareció por primera vez en un artículo periodístico a principios de la década de 1980. Y su uso popular se disparó con el libro del futurólogo John Naisbitt, Megatendencias: Diez nuevas direcciones de cambio, publicado en 1982. Este libro dominó las listas de best-sellers durante dos años, con 14 millones de volúmenes vendidos.

Las megatendencias son tendencias que tienen un efecto global en el mediano plazo. Algunas de las predicciones de Naisbitt se han cumplido con creces. Y sus efectos persisten, tales como la transición de sociedades industrializadas a sociedades de información, y de mercados laborales concentrados en manufactura a los que favorecen la competencia tecnológica.

Otras predicciones se cumplieron, pero luego han visto retrocesos, como la evolución de mercados locales aislados a mercados globales interdependientes, un proceso que ha tenido sus tropiezos con la creación de obstáculos al libre comercio en varios países.

A 40 años de la publicación del libro de Naisbitt, y con nuestra sociedad en un proceso de rápida transformación, es oportuno hacer el esfuerzo de vislumbrar cuales son las megatendencias hoy que nos impactarán en los próximos años. El costo de ignorarlas es alto: Naisbitt predijo la transición hacia sociedades de conocimiento, y su consecuente efecto en los mercados laborales. Poco y nada hicimos para modernizar nuestro sistema educativo, y es así que hoy tenemos un gran número de jóvenes sin la formación necesaria para aprovechar las nuevas oportunidades de empleo, con sus graves consecuencias sociales.

Actualmente, es el cambio climático el que marca las mayores megatendencias. Será para nosotros, probablemente, el de mayor relevancia en los próximos años. Sentiremos sus efectos de manera directa e indirecta.

Los efectos directos son las cada vez más notorias sequías, inundaciones y otros eventos climáticos que inciden en nuestra producción. Será necesaria la adaptación a esta nueva realidad, que para productores agropecuarios representa ampliar las reservas de agua, y buscar nuevas variedades de semillas mejor adaptadas a estas condiciones. Debemos también prever que la producción de energía de las hidroeléctricas será menos confiable, e incorporar entonces mayor variabilidad a nuestra planificación energética. Así también, las bajantes sin precedentes de nuestros grandes ríos han complicado gravemente el transporte fluvial, aumentando costos y ocasionando demoras. Es tiempo de explorar y contar con otras modalidades de transporte más confiables.

Los efectos indirectos son consecuencia de medidas de mitigación que están siendo implementadas por las mayores economías del mundo. Por ejemplo, la semana pasada en la cumbre mundial climática en Glasgow se acordaron duras regulaciones para reducir las emisiones de metano, enfocadas inicialmente en la industria petrolera. Pero el ganado bovino es también visto como gran emisor de metano, y no nos debe sorprender que en algún momento se adopten medidas que afecten a nuestra exportación de carne.

Por otro lado, los esfuerzos por reducir las emisiones de dióxido de carbono ya están resultando en una acelerada transición a vehículos eléctricos, con todo lo que implica para el consumo eléctrico del país. Los planes maestros de suministro de energía eléctrica deberán, urgentemente, incorporar previsiones para este componente que se agrega al aumento vegetativo de la demanda eléctrica. En este caso, los datos del pasado no son buenos predictores de la demanda futura.

Otras megatendencias cuyos efectos ya se sienten incluyen la creciente conciencia ambiental y la mayor preocupación por la equidad social en nuestros mercados, así como la lucha global contra el lavado de dinero. Es el momento para formular nuevas estrategias para el país, que contemplen todas estas contingencias. No hacerlo es hipotecar nuestro futuro.

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