25 abr. 2024

La oposición con los días contados

Al arco opositor se le acaban los tiempos de discursos. La concertación tiene que ser oficializada antes del 27 de junio.

En 16 días más los partidos y movimientos que la integrarán tienen que haber aprobado a través de sus convenciones o asambleas una plataforma electoral común, los padrones, el tribunal electoral, las elecciones internas, la distribución del subsidio electoral y el sistema de sustitución de suplencia, entre otras cosas.

Parece demasiado para una quincena de agrupaciones que hasta ahora avanzaron muy lentamente en la consolidación del acuerdo que firmarán mañana. A partir de entonces, el valor de las meras palabras se devaluará y lo único relevante será la realidad. ¿Lograrán la unidad para las elecciones del año próximo? Cada una de esas organizaciones sabe que ese es el requisito sine qua non para ganarlas. Unidad o derrota, un dilema que preocupa de modo diferente a las oposiciones al coloradismo, con heterogéneas vocaciones aliancistas.

Fíjese que hablé de arco opositor y oposiciones y no simplemente de oposición. Es que, con el paso de los años, el territorio electoral no colorado dejó de ser patrimonio del PLRA más un difuso tercer espacio —ocupado secuencial, desordenada y transitoriamente por el Encuentro Nacional, el oviedismo, Patria Querida y, finalmente, la izquierda— para ser poblado también por pequeños partidos y por liderazgos más o menos carismáticos. Este mosaico está hoy demasiado fragmentado como para ser abarcado por el mecanismo de la alianza política, utilizado en el pasado cercano.

El método, victorioso en el 2008, ya no se repitió después. La experiencia demostró que el quiebre infantil y brutal de la alianza opositora tuvo consecuencias ruinosas en la década siguiente y fortaleció la histórica supremacía colorada. Hoy se ensaya el mecanismo de la concertación que, aunque complejo y vulnerable desde lo jurídico, se presenta como más incluyente y democrático.

Uno de los problemas de ese sistema, la elección de candidaturas, puede ser a la vez, una de sus principales fortalezas. Es que la oposición nunca eligió su dupla presidencial —como sí lo hacen siempre los colorados— a través de elecciones internas totalmente abiertas. Ese útil ejercicio del sufragio otorga músculo, identidad y legitimidad a los candidatos.

La cuestión crucial es decidir quiénes tienen derecho a votar. Si se utiliza un padrón restringido a los miembros de cada uno de los partidos y movimientos de la concertación ganará un candidato del PLRA, que tiene más de un millón y medio de afiliados. Entonces, es lógico que los demás hayan solicitado que se utilice el padrón nacional, de unos 4.800.000 ciudadanos.

Eso incluye a unos 2.600.000 afiliados colorados que, como las elecciones son simultáneas, se supone que no participarán de estas compulsas opositoras. De este modo, el peso de la estructura partidaria liberal se diluiría y las otras opciones ciudadanas tendrían más chance. Una dupla presidencial legitimada por la aceptación de los resultados electorales y representativa de la oposición podría ganar a la ANR.

Eso explica la aparentemente extraña negativa de los colorados a que se utilice “su” padrón en elecciones de la oposición. Ya plantearon esta discusión en el 2015, cuando Mario Ferreiro se candidató a la intendencia de Asunción. No tiene mucho sentido, pero lo intentarán de nuevo, aunque con pocas chances de éxito en el renovado Tribunal Superior de Justicia Electoral. Podrían recurrir a la Corte Suprema, pero dejar a la oposición paraguaya sin candidatos sería un exceso intolerable ante la comunidad internacional.

Está claro que los opositores deben buscar la unidad a toda costa. Eso implica desprendimientos, un programa básico común, aceptación de resultados y la construcción de una identidad política creíble. Parecen demasiados escollos para tan corto tiempo. Pero si no lo hacen, tendremos cinco años más de lo que ya conocemos. Una realidad deprimente de la que tienen culpa los colorados, que no cambiarán mientras sean gobierno. Pero de la que también son culpables los opositores por hacer tan poco por el cambio.

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