15 ago. 2025

La libertad en el laberinto

Carolina Cuenca

Me molesté como muchos cuando vi las fotos que corrieron por las redes sociales de dirigentes de oenegés de línea autodenominada progresista, por su adhesión a la corriente cultural LGBTI (que niega el rol de la biología en la construcción de la identidad sexual) y a la legalización del aborto, organizando la manifestación de unos 14 jóvenes estudiantes que pidieron al nuevo ministro de Educación el enfoque de género en su “educación sexual integral” como prioridad.

Es evidente que los chicos están siendo manipulados políticamente para pedir algo cuyo alcance cultural deconstructivo no comprenden, porque si comprendieran lo mucho que la ideología de género afecta y limita la libertad de las personas, estoy segura de que no irían por ese camino en sus reclamos.

Pero este es solo un punto de partida. La verdad es que tienen razón los chicos en su descontento con la educación que les ofrecemos. Su deseo, expresado correctamente o no, es el mismo que tenemos la mayoría. Es un deseo de libertad, de verdad, de autonomía, pero a la vez de respeto. Como pedagoga y madre, como miembro de una redacción periodística, como ciudadana y como católica de a pie, me siento interpelada por ese grito silencioso de cientos y quizás miles de jóvenes que se plantean la vida menos chata de la que les ofrecemos los adultos, aunque fuera en bandeja de plata. No basta que los padres les compremos cosas o sigamos recetitas de los nuevos seudoexpertos y a veces charlatanes para educar a nuestros hijos; no basta que la prensa les ponga el micrófono enfrente, no basta que las autoridades les reciban.

Porque si no tomamos en serio la pregunta de fondo, que a lo mejor ni siquiera los chicos la saben expresar, la pregunta sobre el sentido y la verdad que le dan consistencia a la vida, al estudio, a los proyectos, al sacrificio que todo bien implica, terminamos arrodillados y con el cuello bajo la daga de cualquier ideología extremista que trata de colonizarnos manipulando nuestras fragilidades.

La verdad es que hay que ser muy pobres como sociedad para dejar que el Estado determine todo lo que debe hacerse en materia educativa, de salud y de conciencia con nuestros propios hijos. ¡Qué distraídos estamos! Vivimos en un tiempo de crisis. Pero la crisis debe ayudarnos a despertar, a replantearnos lo más valioso que tenemos. Como aquel relato de Virgilio de cuando Odiseo apresurado abandonó Troya y no dejó ni a su padre anciano ni sus objetos sagrados, a pesar del esfuerzo extra que le suponía, porque sería como abandonar su esencia. ¿Cuál es nuestra esencia? ¿Qué es lo que podemos ofrecer a nuestros jóvenes “con todo el corazón” hasta el punto de que seamos capaces de jugarnos ante las presiones internacionales por eso que valoramos: ¿nuestra persona, nuestra libertad, nuestra familia, nuestra comunidad, nuestros valores culturales?

Encontré un artículo de Ángelo Scola, en la revista Huellas, de agosto de este año, en donde habla de su experiencia ante la revolución sexual que se viene dando en Europa desde el año 1968 y donde el cardenal italiano habla de aquella “exigencia inquieta de cambio” de los jóvenes revelados ante el poder y que quizás no reconocieron en su momento que “las fuerzas que mueven la historia son las mismas que hacen feliz al hombre”, por lo que fueron atrapados por los extremismos ideológicos.

Yo creo que nuestra libertad está hoy caminando en un laberinto, cuya salida cuesta trabajo encontrar y nos vemos tentados a dejarla en manos de colonizadores ideológicos o del Estado, para no enfrentar el duro combate que significa protagonizar nuestra historia. Sin embargo, los chicos están urgidos de adultos que les testimonien con la propia vida que existe una positividad en nuestra experiencia, a pesar de los desvíos y de las caídas. Estamos a tiempo de proponer otra vía de libertad responsable.